A diferencia de los programas de los partidos oficiales, el programa del Partido Nacional Republicano no se basa en estudios demoscópicos sobre demandas circunstanciales de la población actual. Se basa en un análisis de los elementos estables de la estructura política, económica y social, en el marco de la realidad del sistema imperialista mundial, y en la asimilación de experiencias históricas. De este análisis desprende la necesidad de una refundación de España a través de una “revolución doble” –nacional-democrática y socialista– que ha de insertarse como jalón de la lucha por una nueva Europa.
Los objetivos centrales del programa determinan la vía estratégica. Esa vía reposa esencialmente en tres postulados.
- Primero: la refundación nacional de España es imposible en el marco del vigente régimen; éste debe ser demolido y reemplazado por una república española única e indivisible.
- Segundo: no beneficia a esa tarea de demolición, sino que nos separa de la misma, la ilusión de que pueda producirse merced a una gradual conquista de posiciones en las actuales instituciones parlamentarias. Quienes promueven esa ilusión han de ser definidos como ruedas de carro del régimen.
- Tercero: no existe en la historia ningún ejemplo de grupos políticos y sociales privilegiados que se resignen pasivamente a su extinción.
Así, el programa delimita la estrategia. Y ésta, a su vez, determina el tipo de partido que se construye. El PNR encuadra su acción en una estrategia de conquista del poder a través de la acción directa de masas que, en sus fases culminantes, no podrá dejar de ser traumática.
Si estimamos que, por los “nuevos tiempos”, el poder puede ser alcanzado de forma indolora, de nada sirve el modelo de partido por el que opta el PNR, caracterizado por la centralización; la selección severa de los miembros y su vinculación orgánica permanente; el asentamiento en estructuras territoriales y no de sectores sociales; la disciplina rigurosa, libremente asumida y la antigua democracia militar: los soldados del partido se reúnen en congreso, aprueban la línea a seguir, eligen a los jefes y se disponen a sus instrucciones, sin abandonar en momento alguno su capacidad crítica, hasta la próxima reunión general.
Otra importante consideración abona el tipo de partido que el PNR pretende construir: la ausencia de ilusiones en las masas.
Los objetivos socialistas del PNR son irrealizables sin un arraigo en el mundo del trabajo. Expone uno de nuestros textos fundamentales: «El Capital es un sistema de relaciones. Para superarlo, es preciso que los sectores que mantienen una relación especial, directa, con los medios técnicos que sustentan el orden actual, decidan conferir a esos medios y al trabajo mismo un sentido distinto al del presente, un sentido dignificado». Pero esta afirmación se disocia de la creencia mesiánica en “clases revolucionarias” y de cualquier concepción espontaneísta. Todas las clases y fracciones de clases de la presente sociedad son solamente clases y fracciones de clases de la presente sociedad; ninguna de ellas apunta a una forma de vida distinta. Y todas ellas comulgan con el sistema de valores dominantes, en sus diversas versiones. Para que pueda hablarse de revolución, ha de producirse una transvaloración. Y ésta es imposible en ausencia de un partido revolucionario.
Por ello, a las razones antes expuestas ha de añadirse que nuestro modelo de partido está concebido para garantizar la más tajante separación de los revolucionarios respecto de las ilusiones de las masas en los periodos normales y la más estrecha unión con esas masas cuando las crisis del sistema las impulsan a la lucha. El significado de las crisis es provocar un cortocircuito en la reproducción de los valores dominantes. En un momento determinado, el sistema no cumple lo prometido. No por ello las crisis promueven por sí mismas valores nuevos. Pero son ocasión propicia para la irrupción de esos nuevos valores, que dan alas a la extensión del partido y permiten que éste pueda atravesarse como una espina en la garganta del sistema.
De todo lo dicho se deriva que el partido revolucionario no representa en lo más mínimo a las masas actuales. No es una fracción de la población española, sino algo muy distinto: es el órgano por cuyo esfuerzo una parte de esa población puede transformarse en pueblo políticamente activo. Y en este caso, tampoco le compete organizar en sus filas a la totalidad de ese pueblo, sino fomentar y orientar formas masivas y democráticas de auto-organización del mismo, como comités, consejos, juntas territoriales y cualquiera otra que imponga la experiencia.
La refundación de España supone una gigantesca mutación nacionalista democrática, republicana e inventora de un nuevo socialismo. El partido que la precede es una comunidad de mutantes.