Con la muerte del sargento del Ejército de Tierra David Fernández Ureña continúa el sangrante goteo de bajas en Afganistán, un conflicto que dura más de un decenio en un país con el que los españoles no tenemos nada que ver, que ni lejanamente sirve a nuestros intereses nacionales ni a nuestra seguridad y defensa. Son más de cien vidas españolas, sin contar otro tanto de heridos graves, las que se ha cobrado esta guerra de ocupación promovida por USA y sus adláteres. El Partido Nacional Republicano lamenta todas y cada una esas muertes. Exigimos la inmediata repatriación de nuestros soldados desplegados en los confines del mundo y el fin de esta participación que, hasta el momento, ha supuesto para las arcas públicas 3.500 millones de euros.
El juancarlismo interviene en conflagraciones contraviniendo su propia legalidad, desde el rey al congreso de los diputados y el ejecutivo, sin que medie declaración guerra, al amparo de infumables coartadas humanitarias y dudosas resoluciones de organizaciones internacionales corruptas como la ONU. Lo cual les convierte en criminales de guerra y responsables de las muertes de los militares que abnegadamente prestan su servicio en las misiones encomendadas. Y cómplice es este régimen de las víctimas civiles afganas causadas como «daños colaterales» en la falaz «guerra global contra el terrorismo». Incluso debe recaer en sus espaldas la muerte de los combatientes afganos que, al fin y al cabo, resisten sobre su suelo a un ejército invasor como la ISAF, la expedición multinacional de la OTAN bajo mando norteamericano. La presencia española en ese escenario bélico, sea con el PP o el PSOE en el gobierno, es el reflejo de la lacayuna subordinación diplomático-militar al imperialismo yanqui y sus designios geoestratégicos, materializados en devastadoras guerras de pillaje sobre países, casi siempre, paupérrimos.
El anunciado repliegue de nuestras tropas del país asiático previsto para 2014, junto al de la fuerza multinacional, no significa el fin de la presencia militar española. Al contrario, Mariano Rajoy ha prometido al presidente del gobierno títere de Kabul, Karzai, que contingentes españoles permanecerán con posteridad a esa fecha. Pero ni siquiera Estados Unidos ha determinado todavía el número de efectivos que tras la retirada permanecerán acantonados en Afganistán, una vez que, según Obama, el objetivo «está al alcance». Es decir, sus prioridades estratégicas miran hacia otro lado del orbe y ahora poco importa que Afganistán vuelva a manos de los talibanes o sea gobernada por los señores de la guerra y los traficantes de opio.
¡Ni un soldado español en Afganistán!
¡España fuera de la OTAN!