¿Se acuerdan de Aznar, el de «España va bien», el de «somos la octava potencia industrial del mundo»? Bajo su mandato culminó el arrasamiento, por imposición de Eurolandia, de gran parte del sector económico público edificado bajo el franquismo. Nuestra economía quedó reducida a un océano de pequeñas y medias empresas en muchos casos anacrónicas, apoyadas en la explotación de trabajo generador de bajo valor, sobrevoladas por una banca voraz y algunos oligopolios pegados al Estado, y con el complemento de las plantas de montaje de diversas multinacionales. El “milagro” de Aznar consistió en concentrar nuestra economía en la construcción masiva y el consumo interno a golpe de endeudamiento con los bancos y de éstos con Eurolandia, y en desvalorizar todavía más el trabajo nacional mediante las oleadas inmigratorias. Zapatero siguió cuatro años más en la misma onda, hasta su estallido, cuya evidencia negó cuanto pudo.
“Cambio de modelo productivo”
Ahora Zapatero clama a favor de un “cambio de modelo productivo”. Pero insiste en el relanzamiento del ladrillo y en un “modelo de desarrollo sostenible”, ¡que pretende implantar mediante una ley! y que se basaría principalmente en las energías renovables. Dejando aparte el hecho de que la aportación energética de los molinillos de viento y las placas solares sólo puede ser complementaria, hay que destacar que en 2008 proporcionaban empleo a menos de 23.000 personas y absorbían 3.200 millones al año en subvenciones (a algunos pesebres y clientelas del PSOE y del nacionalismo antiespañol).
El Partido Nacional Republicano preconiza un socialismo potencialista, uno de cuyos principales fines es la soberanía nacional de España. La condición básica de la soberanía nacional es la potencia y, en nuestra época, la potencia económica. El único sector de una economía capaz de generar valor añadido es la industria. Y el único medio para ello es la tecnología.
La historia de nuestra tardía, débil y deforme industrialización nos ha legado una estructura empresarial endeble, desequilibrada en sus sectores, concentrada en la periferia –con la salvedad de la aglomeración en torno a Madrid– y condenada al empleo intensivo de trabajo descualificado. Este legado, que proporciona subsistencia a millones de trabajadores españoles, no puede superarse de un plumazo. Las medidas de socialización del sistema financiero que propone el PNR permitirían una línea de créditos blandos a PYMES y se les aseguraría, además, un adecuado régimen de protección. Sin embargo, sólo desde un poderoso y racionalizado sector público puede impulsarse la incorporación del conjunto de España al salto cualitativo tecnológico que precisa para emerger con viabilidad. Esto exige una formidable concentración técnica y centralización financiera que ya no puede esperarse por los caminos de la propiedad privada y del mercado. Exige que nos adentremos por los caminos de la socialización y la planificación.
Ni más burbujas inmobiliarias, ni más automóviles, ni más charlatanerías sostenibles, ni más repliegues en el turismo. Esfuerzo intenso de investigación, innovación e inversión especialmente dirigido, en una primera etapa, en tres direcciones: sector A (medios de producción, equipos e infraestructuras); puesta a pleno rendimiento de capacidades industriales instaladas hoy ociosas, con tantos cambios en sus producciones como sea preciso; y modernización de la agricultura, cabaña y flota pesquera en pos de la autosuficiencia en materia de alimentación. Fin de toda permisividad con la inmigración ilegal y adecuación de la legal a las coyunturas concretas, mediante políticas de cupos. Política de vivienda encaminada a promover la cultura del régimen de alquiler, atenta a la movilidad geográfica de nuestros compatriotas en aras de la potencia y la cohesión nacional.
“Reformas de estructuras”
Ahora todo el mundo habla de la necesidad de “reformas de estructuras”. Con esto muchos se refieren a una reforma laboral que transforme a la mayoría de asalariados en una masa de mileuristas, flanqueados por bolsas de indigentes que hurgan por las noches en los contenedores de la basura. Nosotros estamos a favor de otro tipo de reformas de estructuras, que aparecen catalogadas en los puntos 12 y 13 del Manifiesto-Programa del PNR aprobado en su VI Conferencia, el 9 de mayo de 2009. Destacaremos aquí tan sólo la importancia vital de la socialización del sistema financiero y de la unificación de todos los bancos y cajas en un Banco Nacional del Trabajo, con función de banco emisor.
En cuanto a nuestro sector energético, que está en manos de un oligopolio en el caso de la electricidad y de los productos petrolíferos, y controlado por un monopolio en el caso del gas, con los efectos devastadores sobre la producción y el consumo que ello conlleva, no es hora ya de exigir un utópico restablecimiento de la competencia en su seno. Se impone su socialización, así como el recurso a la energía nuclear, que hoy es capaz de asegurar condiciones óptimas de seguridad y protección del medio ambiente.
Un nuevo modelo de Estado
Mentiríamos como bellacos al pueblo trabajador español si diésemos a entender que las mencionadas alternativas pueden ser puestas en práctica en el vigente marco estatal o que, por lo menos, son posibles avances parciales hacia las mismas a través de los cauces del régimen borbónico.
Aún ateniéndonos a consideraciones puramente económicas, no hay otra salida que el derrocamiento de la monarquía hasta sus cimientos y el avance hacia la reconstrucción del Estado nacional centralizado en forma de república democrática. Una república a cuyo gobierno se asigne el 70% del gasto público y que extirpe todo el costoso y costroso parasitismo político actual, que aplasta las energías nacionales e impide cualquier progreso. Abolición de todo tipo de Senado. Eliminación de los regímenes forales y de concierto. Supresión de las comunidades autónomas con todos sus parlamentarios, presidentes, ministrillos-consejeros (con sus consiguientes secretarios generales, directores generales y cargos de confianza) televisiones y radios autonómicas, embajadas. Retirada de subvenciones a los partidos políticos, iglesias, sindicatos, patronales y farándulas diversas del régimen. Unificación de estructuras administrativas locales hasta reducir un tercio de los 8.000 ayuntamientos existentes actualmente.
Instaurar la III República para avanzar hacia una nueva Europa
Se afirma en el punto 13 del citado Manifiesto-Programa: «Desacoplamiento con el sistema financiero internacional: ruptura con el euro y toda disciplina monetarista. Cancelación de todos los acuerdos suscritos en beneficio de otras naciones que han significado, de un lado, la ruina de gran parte de nuestro tejido industrial y comercial en nombre del “libre cambio internacional” y, de otro, la aceptación de cupos de producción y restricciones voluntarias a nuestra actividad económica».
El PNR es partidario de la configuración de un espacio euro-socialista, democrático y aglutinado mediante fórmulas confederales. El tránsito hacia ese espacio sólo es posible a partir de la fractura de la actual Eurolandia en sus eslabones nacionales más débiles, uno de los cuales es España. El impulso de la revolución nacional-democrática y social contra la monarquía de los banqueros y su oligarquía política, será la contribución de los patriotas españoles a la causa de una nueva Europa.