Siria esta apunto de culminar la victoria final. El levantamiento del asedio de Deir ez-Zor en septiembre, tras la heroica resistencia de un destacamento cercado durante más de tres años, y su posterior liberación por el ejército sirio y sus aliados abrió la puerta a una última campaña que está a punto de expulsar definitivamente al Estado Islámico del territorio sirio. Esta ofensiva final en las riberas del Éufrates se ha visto complementada de otros avances arrolladores que han recuperado el control de la frontera con Jordania y Líbano y sellado la de Irak. Desde la fundamental liberación de Alepo hace un año, los progresos del ejército sirio sobre el terreno han sido imparables.
Las bolsas aún controladas por los islamistas de al-Qaeda y los diversos grupos de mercenarios al servicio de los países agresores en esta larga guerra (Estados Unidos, Arabia Saudita, Catar, Turquía, Israel, Jordania…) son cada vez más pequeñas y menos importante estratégicamente. Sólo la región de Idlib, fronteriza con Turquía, presenta una entidad destacable. Los acuerdos de reconciliación del Estado sirio con localidades “rebeldes” han ido normalizando y reintegrando a la soberanía nacional siria un creciente territorio, felizmente recuperado para la República Árabe Siria.
Esta situación se ha alcanzado gracias a la determinación del pueblo sirio, de civiles y militares, frente a la agresión internacional, que no ha dudado en afrontar infortunios y sacrificios necesarios para preservar el honor y la dignidad, la soberanía y la integridad territorial de la Nación siria, pese a toda la virulencia de la aniquilación y terror desatado. Resistencia dirigida por la infatigable labor de su presidente Bashar Al-Ásad.
Pero esta victoria que ya se acaricia debe, en el plano diplomático, político y militar, mucho a la vital ayuda que los países aliados del gobierno sirio han brindado al ser todos conscientes que en los campos de batalla sirios se estaba decidiendo un conflicto enmarcado en la pugna geopolítica en la región con implicaciones globales.
Rusia, en su venturoso retorno a la historia bajo el gobierno de Putin, decidió defender sus intereses estratégicos en Siria ante la agresión de Estados Unidos y sus aliados con una poderosa fuerza aeroespacial cuyas implacables operaciones han diezmado a los esbirros del Estado Islámico. El reciente viaje sorpresa de Putin a Siria ordenando el repliegue de sus fuerzas a sus bases permanentes confirma el triunfo sirio y prestigia a Moscú como actor clave en la región, desalojando a Estados Unidos.
Irán, directamente, con imprescindible ayuda financiera y material, e indirectamente, con la canalización de miles de voluntarios, tomó conciencia de que el camino de sus enemigos (el bloque americano-saudí-israelí) hacia Teherán pasaba por Damasco. Hezbolá, fiel aliado de Damasco desde hace décadas, defendió su propia supervivencia sabedora de que la derrota de Siria estrangularía su posición como la única fuerza capaz de garantizar la soberanía e independencia de Líbano frente al expansionismo de Israel.
No obstante, en estos siete años de guerra contra Siria han ocurrido acontecimientos tan decisivos en el marco regional como la cambiante actitud de Turquía tras el fallido golpe de Estado contra su presidente Erdogan, otro actor con intereses propios, quien ha pasado de financiar, armar, organizar y entrenar a los mercenarios de la agresión contra Siria, e incluso a abatir aeronaves rusas, a negociar con Rusia e Irán soluciones que salvaguarden sus intereses ante la creciente amenaza kurda y la constatación de la inevitable victoria de las fuerzas armadas sirias y sus aliados junto con el papel hostil desempeñado por los Estados Unidos en su apoyo a los kurdos.
Los Estados Unidos, pese a las promesas de Trump sobre su nueva política exterior, han sido fieles a su ejecutoria imperialista y han intervenido en la región para quedarse, como una fuerza invasora y ocupante que actúa a través de grupos de mercenarios, últimamente mediante las milicias kurdas y su organización paraguas (las FDS). Con la excusa mediática de combatir al Estado Islámico, tras ayudar a este grupo islamista-yihadista y otros de la misma calaña bajo el disfraz de “rebeldes moderados”, ha decidido patrocinar un Kurdistán sirio rebelde que desde el norte de Siria se ha apropiado del territorio al este del Éufrates hasta la frontera de Irak con todos sus pozos petrolíferos y gasísticos. Nada nuevo bajo el sol, la creación de un “Kosovo” en otra zona estratégica, entre Turquía, Siria e Irak, que amenace el Eje de la Resistencia entre Irán, Siria y Hezbolá, con la incierta actitud de Irak cuyo apoyo a Damasco en los últimos tiempos ha facilitado la aniquilación del Estado Islámico a ambos lados de la frontera.
En la actualidad la dinámica geopolítica de la región está entrando en una nueva dimensión por la constatación del triunfo de Siria y sus aliados. Arabia Saudita prosigue su brutal destrucción del Yemen al tiempo que amenaza, junto a Israel, a Líbano por la fuerza y firmeza que muestra Hezbolá, mientras también busca el aggiornamiento en sus relaciones con el Kremlin, reconociendo a Moscú como protagonista en la región.
Turquía aspira todavía a desempeñar un papel destacado pese a que sus mercenarios han perdido la guerra y se han atrincherado en el norte de Siria entre los dos cantones kurdos.
E Israel sigue preparándose y esperando el momento de desencadenar nuevas agresiones que culminen la apropiación de los Altos del Golán sirios, la destrucción de Hezbolá y la eliminación de la supuesta amenaza futura nuclear iraní, mientras que con el soporte de Trump, prepara la declaración de Jerusalén como la capital eterna del estado judío para desdicha de los palestinos bajo ocupación y para vergüenza del mundo.
Pero si algo ha demostrado la guerra siria a ojos de cualquier espíritu crítico es la falacia de una legalidad internacional, con instituciones garantes y un corpus jurídico con pátina de legitimidad. La soberanía y la integridad de los estados se vulneran con la mayor de las impunidades por quienes controlan, precisamente, esas instituciones internacionales que se presentan como garantes. En nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos se encubren las tradicionales agresiones imperialistas con el respaldo de una “opinión pública” inexistente pero aparente, creada por los medios de comunicación de masas al servicio de las políticas exteriores de Estados Unidos y sus estados vasallos, de las que participan sus propietarios en perfecta simbiosis, y que pese a la palabrería hueca de cínicos periodistas y otros plumillas y contertulios creadores de opinión, no deja de ser burda propaganda.
Frente a toda esta maquinaria de destrucción el ejemplo de la gesta siria muestra, que es posible derrotar, una vez más, a Estados Unidos, a sus aliados, mercenarios y esbirros.
Esto hubiera resultado imposible sin la emergencia de un orden multipolar incipiente como contrapeso a la hegemonía de Estados Unidos y sus adláteres, y que, entre otros benéficos efectos, ha permitido acceder a grandes sectores de masas a información veraz y variada sobre las mentiras vertidas y montajes en la guerra desencadenada contra Siria.
En el otro extremo del planeta, un país orgulloso y celoso de su seguridad y soberanía, también enseña al mundo entero la utilidad de las armas nucleares, ya que sólo la advertencia de utilización de lo más devastador de su arsenal militar le ha librado de haber sido ya invadido por “Occidente” y sus aliados al son de la “liberación” del oprimido pueblo norcoreano de su malévolo dictador.