Esta semana hemos podido seguir en directo en medios de comunicación y redes sociales el bombardeo americano a Siria. Con una mezcla de reality-show y película de sábado por la tarde, la trama se iniciaba con el absurdo genocidio con armas químicas de un malvado y sádico dictador contra su propio pueblo. Un crimen filmado en directo y enviado al whatssap del móvil a las pocas horas. Y tras varios días de suspense entre amenazas y acusaciones en sede internacional, entraba en escena el séptimo de caballería. En Hollywood los buenos siempre ganan: terminado el bombardeo el presidente de los EEUU regalaba un buen titular a los medios otánicos: “Misión cumplida”, el éxito era confirmado por una joven afroamericana del servicio de prensa de la Casa Blanca y un general con el rostro curtido por mil guerras y condecoraciones.
Pero lejos de ser así, tanto si se pretendía realizar un ataque preventivo contra instalaciones militares como si lo que se buscaba era una demostración de fuerza, en ambos casos el ataque fue frustrado por las defensas antiaéreas sirias de origen soviético en un 69% (71/103), lo que deja en entredicho la supuesta superioridad tecnológica norteamericana.
El ataque perpetrado por EEUU, Francia y Reino Unido a un país soberano miembro de la ONU quebranta las normas internacionales más básicas, y entra en la lógica de la política de agresión imperialista llevada a cabo por estos países durante los últimos treinta años, que han sustituido el derecho internacional por el intervencionismo humanitarista y el respeto a la soberanía nacional por la superioridad moral de la democracia burguesa.
Una vez más la ONU demuestra su incapacidad de dirimir en conflictos internacionales cuando éstos afectan a los EEUU y sus intereses. Ya que en el hipotético caso de que un ataque químico real hubiese tenido lugar, el Consejo de Seguridad no habría podido hacer nada por evitarlo en el futuro con el veto de Rusia o China. Y si -como ya se ha demostrado- fue un causus belli fabricado con actores y cámaras, los responsables del ataque ilegal e injustificado no serán sancionados por el foro internacional, y podrán seguir actuando con impunidad, amparándose en el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidades a su conveniencia y según el momento.
La supermacía militar norteamericana (su presupuesto en defensa supera al del resto de países) ha sufrido su primera derrota en Siria tras el final de la guerra fría. Los ejércitos de mercenarios islamistas, entrenados, armados y apoyados logísticamente por los servicios secretos de EEUU y sus aliados no han estado a la altura de un ejército regular como el sirio. A diferencia de Libia, donde Gaddafi se vio obligado a contratar mercenarios subsaharianos, Siria cuenta con un ejército dotado de una amplia y moderna panoplia gracias a Irán, Rusia y China, y desde el inicio con la inestimable ayuda de los asesores y tropas de élite de Hezbollah.
Todo apunta a que en las próximas semanas Washington tratará de forzar las conversaciones de “paz” con el concurso de occidente y sus adláteres en la región, ya que con la victoria militar y diplomática de Siria, los EEUU han sido excluidos, y los únicos interlocutores en la conferencia de Astana fueron Rusia, Irán, Turquía y Hezbollah.
En dicha situación, el ataque del sábado pone de manifiesto la desesperación de EEUU y sus aliados, y no es para menos, lo que está en juego en Siria no es sólo el control del Oriente Medio, la suerte de que el mundo siga siendo unipolar o multipolar pasa por las milenarias calles sirias.