El Partido Nacional Republicano celebrará en enero de 2015 su VIII Conferencia. Coincide con un periodo de evolución del régimen borbónico propiciado por una aparente, que no real, crisis política e institucional que, ante todo, servirá de coartada para colar de rondón los cambios que pondrán colofón a 36 años de ejecutoria antinacional, antisocial y antidemocrática. Así, un soniquete incesante permite vislumbrar una reforma de su constitución en ciernes, pergeñada como mirífica purga de las corruptelas emponzoñadas en todos los niveles institucionales y panacea ante el envite secesionista en Cataluña. Como parte de este paripé, el régimen ha forzado la activación del mecanismo sucesorio de la monarquía con la abdicación de Juan Carlos I y el traspaso del negocio a su hijo, Felipe VI. Nuevo reinado, recambio generacional en las élites, nuevos líderes y partidos pretendidamente renovadores y, tras un plagado calendario de citas electorales (autonómicas, locales y generales) a las que están convocados nuestros confusos compatriotas, probablemente, un nuevo escenario postelectoral fragmentado. Escenario que podría dar lugar, no al cacareado fin del bipartidismo, sino a la formación de un gobierno de concentración PP-PSOE, aunque ahora el PSOE niegue tal posibilidad, que en pos de la gobernabilidad acumule las mayorías necesarias para instar en las Cortes los procedimientos de revisión constitucionales destinados a encumbrar la hegemonía del gran capital y la partitocracia a su servicio con medidas regeneracionistas ornamentales. Y, con el pretexto de superar tensiones territoriales, acometer la remodelación del pernicioso estado de la autonomías para darle su forma definitiva en una confederación de “naciones” (catalana, vasca, gallega, etc.) liquidadora de la soberanía nacional española y de cualquier atisbo de igualdad, libertad y justicia entre los españoles.
Concierne a la Conferencia, como máximo órgano del Partido, la revisión del Programa y la estrategia. En esta época de mutaciones y novedades cabe plantearse la puesta a punto de nuestro Programa. Nuestro análisis nos ha permitido captar con antelación y precisión las grandes tendencias: colapso de la economía del reinito; pérdida de cualquier grado de autonomía de España y sujeción a Eurolandia; expolio capitalista de los trabajadores españoles; impulso de la hoja de ruta confederal del régimen con el “proceso de paz”, que prosigue con la excarcelación a mansalva de los etarras más sanguinarios; y, como parte de esa misma agenda, la abierta connivencia de los poderes públicos de Estado con el proceso soberanista en Cataluña. Últimamente, apuntamos a la más que probable reforma constitucional como el medio con el que el sistema borbónico consagrará la voladura de España. Y en el plano internacional, contemplamos la conformación de un orden multipolar que coincide con un cambio de paradigma del capitalismo en crisis que agudiza las divisiones y contradicciones intercapitalistas, pero que por sus implicaciones geopolíticas de gran calado trasciende las dinámicas de concurrencia. Todos estos procesos se están precipitando a gran velocidad y no nos han cogido desprevenidos. Precisamente, el Programa es el marco del que parten todas nuestras elaboraciones y análisis. Así, este cobra más vigencia que nunca en la medida que nuestras previsiones se materializan y, por tanto, nuestra propuesta nacionalista española, democrática y socialista se hace más precisa que nunca, sin que sea necesario reformular nada.
En consonancia con lo anterior, otorgamos la misma validez a nuestra línea estratégica. Nuestros presupuestos programáticos exigen una revolución doble, nacional democrática y socialista que no puede articularse a través de los circuitos de reproducción, legitimación y control del régimen. Esto es, la vía electoral al parlamentarismo, la participación en las elecciones que organiza el sistema monárquico, partitocrático y autonómico-confederal de las oligarquías financieras y de los oligopolios del gran capital cuya defenestración preconizamos, no es nuestra vía. Proponemos el recurso a la acción directa de masas para alcanzar nuestro objetivo de refundar España en una República unitaria, presidencialista, democrática y socialista, no para obtener representación en los órganos e instituciones borbónicas.
Corresponde al Programa y los métodos de acción política que postulamos un Partido radicalmente ajeno a las formas de la política concebidas como electoralismo y, por ello, extraño a aquellas organizaciones ideadas como meras plataformas electorales. Es nuestra tarea la lucha política e ideológica y una paciente labor de irradiación para aglutinar españoles en torno a nuestra alternativa. Polarizar a nuestros compatriotas y llevarlos a la ruptura con el régimen es un trabajo de largo aliento del que no pueden extraerse resultados inmediatos. Nada podemos hacer por evitar la disolución a la que conduce a España este régimen que padecemos. Lo que está en nuestras manos es constituir un reducto para la resistencia. Resistir ahora es la condición necesaria para partir luego en posiciones de reconquista.
No menos importante que todo lo anterior es la elección por la asamblea de militantes de los responsables que integrarán los órganos que dirigirán el Partido entre conferencias como parte del normal funcionamiento de una organización democrática y centralizada.