En la recta final de la legislatura de Rajoy, tras más de tres años de tomadura de pelo a las víctimas del terrorismo, endilgada entre homenajes e invocaciones solidarias, apenas dos millares de manifestantes concurrían a la madrileña plaza de Colón convocados por la AVT para reprochar al gobierno sus traiciones. Y rogarle, más que exigirle, que “no se arrugara” frente a ETA. Acaso pensando que, ante tan imponente demostración, el PP rectificará su política temiendo perder votos ante las próximas citas electorales que se avecinan.
Atrás quedaron las clamorosas concentraciones en la misma plaza de centenares de miles españoles movilizados contra el “proceso de paz” impulsado por Zapatero que, como bien se adivinaba, significaría ignominiosas concesiones a ETA. Las asociaciones de víctimas permitieron que Rajoy y los prebostes del PP se pusieran al frente de aquellas pancartas con sus solemnes promesas de derrotar a la banda terrorista, repararles y dignificar su memoria. De esta manera, a lomos de su programa electoral, jaleados por las propias asociaciones de víctimas, el PP descabalgó la contestación en la calle.
Sin embargo, una vez en Moncloa, incumpliendo sus compromisos, Rajoy no ha hecho más que proseguir y acelerar “el proceso de paz” con el separatismo vasco. No fue zETAp ni el PSOE. Ha sido bajo el gobierno del PP cuando se ha despejado el acceso de las sucursales políticas de ETA a las instituciones representativas del régimen borbónico; se ha premiado a los etarras convictos con el acercamiento a cárceles de Vascongadas, permisos y excarcelaciones a mansalva, incluyendo a los más truculentos presos con decenas de crímenes a sus espaldas; se ha “regularizado” a militantes y colaboradores de ETA fugados, sin causas pendientes o con delitos prescritos.
El PP se ciñe a la hoja de ruta confederal del régimen borbónico que exige la resolución del “conflicto vasco” como paso previo a la configuración definitiva de España como entidad excentralizada conformada por “naciones”. Esto implica “paz” que no puede significar otra cosa que la humillación de las víctimas y de todos los españoles decentes que no olvidan a quienes cayeron bajo el plomo y la metralla del separatismo vasco.
Pero no habrá victoria ni justicia para las víctimas ni el resto de los españoles hasta que el régimen borbónico y sus partidos sean defenestrados.