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Nuevas incongruencias en el culebrón judicial del 11-M
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Parece que el tema del 11-M estaba zanjado tras la sentencia del juez Bermúdez. Tan claro estaba todo que Ruiz Gallardón y Javier Arenas han llamado a darle carpetazo de una vez por todas.

Sin embargo, apenas iniciada en el Tribunal Supremo la vista sobre los recursos de casación contra ese fallo, el fiscal Luis Navajas considera que «en modo alguno están todos los que son», dando a entender la existencia de una trama que no ha podido ser desvelada y que el caso podría haberse cerrado en falso. Dos días después, el también fiscal del Supremo Jaime Moreno pone en entredicho que los islamistas suicidas de Leganés fueran los terroristas que colocaron las bombas en los trenes. Asimismo, ese representante del ministerio público manifiesta que atribuir el 11-M a los suicidas es «sólo retórica»y entiende que la sentencia de Bermúdez «no es correcta» en ese aspecto.

Ya en su día, nosotros afirmamos que Bermúdez declaró autores materiales de la masacre a los de Leganés sin pruebas ni razonamientos jurídicos. A no ser que se considere razonamiento jurídico elucubrar que debieron poner bombas en los trenes porque después se suicidaron. Más aún, es nuestra opinión que en Leganés no hubo suicidas, sino suicidados, ni había terroristas islamistas, sino confidentes de la policía y delincuentes comunes.

Con todo, las declaraciones del fiscal Jaime Moreno son demoledoras para la versión oficial. La sentencia del juez Bermúdez se rompe por todos los costados. Si esa sentencia ya tuvo que dejar a los atentados sin autoría intelectual, pese a que la versión de la Fiscalía de la Audiencia Nacional presentó a diversos personajes –El Egipcio, Yusef Belhadj y Hasan Hask– como cerebros de la masacre y debió olvidarse de la conexión yihadista con Al Qaeda, las manifestaciones del fiscal del Supremo arrojan a un pozo de dudas las tesis oficiales sobre la autoría material. La deplorable realidad es que cuatro años después no sabemos quiénes planificaron  el 11-M y surgen argumentos de peso para dudar acerca de quiénes lo ejecutaron.

Si se llegan a descartar los siete de Leganés, quedarán tan sólo tres condenados por el 11-M. Santiago Allica los ha descrito magistralmente en su serie “Paradojas del 11-M” publicada por diarioliberal.com:

 «Un exminero asturiano esquizofrénico que trabajaba como confidente para el Cuerpo Nacional de Policía y cuyo controlador, el Comisario de Estupefacientes de Avilés, Manuel García, declaró durante la vista oral que daba la impresión de que su controlado le controlaba a él (sic). Este exminero (y delincuente común), llamado José Emilio Suárez Trashorras, es uno de los nombres más conocidos por los españoles en relación con el 11M. Sin embargo y a pesar de todo lo publicado, ¿cuántos conocen su condición de confidente policial? Trashorras fue condenado, entre otros delitos, por colaboración necesaria en el atentado del 11M y sentenciado a cumplir una condena de 34.715 años. Católico, por si alguien tiene dudas acerca de una supuesta faceta yihadista del sujeto.

Un magrebí que, en las mismas conversaciones telefónicas que durante el juicio esgrimía la Fiscalía para condenarle, se mofaba del Islam y de sus amigos religiosos. Paradigma del islamismo radical, vaya. Éste, bastante menos conocido, Otman el Gnaoui, fue condenado a 42.944 años por la autoría del atentado.

Otro magrebí del que no consta ningún contacto personal ni telefónico con los anteriores ni tampoco con los siete supuestos autores que fallecieron en el piso de la calle Martín Gaite de Leganés y que según todos los testimonios, aunque era religioso, su comportamiento no tenía nada de radical. Se trata en este caso de Jamal Zougam, condenado a 42.922 años por haber cometido el atentado del 11M. Zougam es el único de los cinco detenidos del 13M que llegó al juicio como imputado.»

No esperamos que de ningún proceso judicial bajo el vigente régimen pueda salir la luz sobre el 11-M. Pero sí emergen oleadas de oscuridad e incongruencias que sepultan y desguazan incluso la versión oficial, descubriendo cada vez más su condición de patraña. El único camino hacia la verdad del 11-M es la investigación independiente, la propagación de sus conclusiones y la movilización en la calle.