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Identificar al enemigo
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Desde su V Conferencia, celebrada en septiembre pasado, el Partido Nacional Republicano insiste en estas consignas:

¡Ni Zapatero ni Rajoy. Ruptura democrática con el régimen del 78!
¡Movilización popular: hacia la Republica Nacional Española!

Nada en los últimos meses nos impone un cambio de opinión.

El PSOE sigue a toda pastilla. Excarcelación de De Juana. Absolución de Otegui bajo la presión del Fiscal General del Estado. Interpretación zapateril de la Ley de Partidos que permita la presentación de los etasunos a los comicios de mayo… Los fiscales se travisten en defensas de los terroristas. Zapatero se erige en poder judicial. Todo “por la Paz”; quienes se opongan, son franquistas. Lo ha dicho el Lord Protector del Reino, Polanco. El antiguo Jefe de la Centuria madrileña Sancho el Fuerte, luego editor, bajo el Caudillo, de los libros de Formación del Espíritu Nacional, sabe de qué habla.

Esta generosidad con ETA, ¿tendrá repercusiones electorales negativas para el PSOE? Zapatero está convencido de que podrá darles la vuelta. Si ante el desgaste de Zapatero tras los primeros meses del “proceso de paz”, ETA le echó una mano con el bombazo en Barajas, para que pudiera fingir firmeza, en cuanto los estudios demoscópicos den señales de alarma, el PSOE espera que ETA acudirá al rescate con otro gesto, recíproco, “de paz”. Todo esto antes de que en mayo se presente a las elecciones locales el brazo político etarra.

Cabe preverlo: a pocas semanas de las elecciones, anuncio de ETA de algo parecido a un “cese definitivo de la violencia”, condicionado a tal y cual. Así, casi todas las televisiones y demás medios de comunicación podrán realizar una campaña ensordecedora con la Paaaaz y nuevas manifestaciones para apoyar la Paaaaz. Con esto les basta para ganar las próximas elecciones, iniciar la entrega de Navarra a “Euzkadi” y sumir al PP en una crisis que, conociendo el paño, les durará hasta las generales.

En dichas generales, repetición de la jugada, esta vez con entrega de algunos lotes de dinamitas caducadas o de zulos localizados desde años por la policía, con el ornamento de mediadores internacionales y otras yerbas. Vuelta a ganar, y cuatro años sin oposición para culminar el objetivo. Desarticulación final de la unidad nacional española y su sustitución por un batiburrillo confederal en el que, por el momento, sigan teniendo encaje los fastuosos negocios borbónicos.

En realidad, España ya no existe como entidad política. Sólo existen españoles. España, o más bien “Estepaís”, como la rebautizó Polanco, es sólo una jungla donde diversas pandillas de felones se dedican a robar, pisotear sus propias leyes, insultar a los españoles y tolerar que se les agreda impunemente.

Sin embargo, en este momento irrumpen las movilizaciones más amplias que ha conocido nuestra historia. Con cada convocatoria son más quienes salen a las calles con afanes de afirmación nacional española. Son más los españoles de toda condición que quieren seguir siéndolo y que toman conciencia de la gravedad de la situación de nuestra patria. Y esto sólo puede alegrarnos a los patriotas republicanos.

Empaña, sin embargo, nuestra alegría el contraste evidente entre la amplitud y tenacidad del movimiento, de un lado, y sus letales ilusiones en el vigente sistema, por otro. El PP tiene con ello la ocasión de capitalizar y mellar la movilización. Ha presentado la excarcelación del vasquista terrorista De Juana como prueba de la rendición del gobierno socialista, “falto de gallardía”, a un chantaje de los terroristas. En consecuencia, el papel que Rajoy asignó el 3 de febrero a la movilización de más de un millón de españoles en Madrid fue presionar “para que Zapatero rectifique” y, en caso contrario, aupar al PP a un gobierno de retorno a los tiempos de “firmeza” de Aznar. Unos tiempos en que el PP toleraba a Pujol la “inmersión lingüística” de los castellano hablantes, ensayaba negociaciones con ETA, piropeada para la ocasión como “movimiento vasco de liberación”, negociaba cada año los presupuestos con el PNV, excarcelaba etarras a mansalva y asistía impávido a la impune gestación del plan Ibarreche.

Somos todavía pocos los capaces de afrontar la realidad cara a cara. Zapatero no actúa bajo chantaje de ETA, ni se ha rendido a ella. La ha reflotado y la utiliza para sus fines de desarticulación de España. Zapatero y ETA no negocian nada, porque ya lo han pactado todo. Juegan con nosotros como el policía bueno y el malo. Muchos españoles de buena fe no han llegado aún a entender –o no consiguen aceptar– que el gobierno de Zapatero está confabulado con ETA en un plan de hondo calado, amparado por el gran capital y protegido por el silente beneplácito de la Zarzuela.

Igualmente triste ha sido contemplar como un centenar de miles de navarros y compatriotas llegados de todas partes de España, han estimado que las peroratas neo-carlistas de Miguel Sanz pueden servir de muro de contención al anexionismo euskaldún aliado con el PSOE.

El Partido Nacional Republicano se esfuerza en fomentar una férrea voluntad patriótica de victoria. Esta victoria sólo será posible cuando los españoles hayamos identificado de una vez por todas a nuestro enemigo fundamental en el presente periodo. El vigente régimen al completo, con toda su oligarquía de partidos. El jaleo que éstos han montado recientemente con sus peleas de corral no puede acallar la evidencia de que todos ellos han concedido beneficios penitenciarios y redenciones de penas a los etarras. La hipocresía y el cinismo se los reparten por igual.

En el momento actual nuestro enemigo decisivo no es terrorismo etarra, mero subproducto de los aquelarres del nacionalismo sabiniano y sus sacristías adyacentes. No es siquiera la alianza conformada por todos los nacionalismos antiespañoles. Es el régimen que ha otorgado legitimidad a esos nacionalismos, los ha mimado y los ha super-representado, hasta que se han sentido con fuerzas para lanzarse al asalto contra España. Pero no podrían hacerlo sin nuclearse en torno al PSOE.

Rajoy, entretanto, proclama: «somos una voluntad en marcha». Con el féretro constitucional del 78 a cuestas, esa marcha se dirige a la derrota. ¡Que sea la derrota del PP y no la del pueblo español!