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Elecciones en Cataluña. ¿Cambiar el gobierno de la Generalitat? ¡Cambiar el gobierno de España!
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La convocatoria de elecciones para la Generalidad es un intento de sacar de la incubadora el Estatut, el engendro concebido con la semilla de Zapatero en el vientre de alquiler del Tripartito y alumbrado con la asistencia de la comadrona Mas, ante la indiferencia de la mayor parte de los trabajadores de Cataluña. Se trata de dar aliento a esa criatura de la Casa Nostra, por cuyas venas corre la sangre de los políticos trincones del 3%, del clero separatista y de la burguesía anti-española.

Pero lo más importante es que, con todo ello, se apuntala el proyecto general del PRISOE. El Estatut ha sido durante toda una etapa el nen bonito de Rodríguez Zapatero, su primer instrumento para fraccionar España y entregar sus despojos a Polanco y demás oligopolios, la banca y los capitales centro-europeos.

El referendo sobre el Estatut se saldó con una abstención del 50,59% de los votantes convocados a las urnas. El 20,76% de quienes sí participaron fue para decir no, mientras 5,34% fue para depositar su voto en blanco. En estas próximas elecciones autonómicas, los trabajadores españoles deben responder de manera activa al proyecto disgregador de Rodríguez Zapatero y sus terminales y aliados en Cataluña.

Deben decir no a CIU y ERC, los abanderados del separatismo con pedigrí. Su pretensión es ahondar el distanciamiento de Cataluña del resto de España, mientras siguen chupando como sanguijuelas de los presupuestos del “Estado Español”. Un Estado opresor, según ellos, de las peculiaridades y hechos diferenciales coleccionados en el museo en el que han convertido  Cataluña para, antes de decirnos adiós, cobrarnos entrada a todos. Ahí esta su modelo de financiación, y la “deuda histórica”.

Pero ante todo deben decir no a quienes, siendo tan rancios como los primeros, nuevamente quieren engañar poniendo a la cabeza de sus listas a un charnego renegado, aspirante a ser admitido en los cenáculos de la burguesía catalana de pata negra a base de intercambios de favores con la Caixa. El PSC amontillado es el último eslabón de la cadena que va de la Moncloa a Cataluña. Rodríguez Zapatero aspira con Montilla dar el aldabonazo definitivo al cuestionamiento del fiasco en el que quedó el referéndum sobre el Estatut, y consolidar así un enclave decisivo de su estrategia de fractura de España.

 Pero decir no, no quiere decir votar a Piqué y a la Montse, los moderados centro-campistas del PP catalanista, cuya campaña pre-electoral ha consistido en arrastrarse a los pies de los cracks de CIU para ofrecerles el pase del gol. Ahora que Mas ha ido ante un notario a jurar que no pactará con ellos, desconocemos que dirán y que harán, aparte de salir corriendo ante las agresiones de los escamots.  

Tampoco representa una salida el voto a Ciudadanos de Cataluña: esta formación esconde, tras el sobado timo del “no nacionalismo”, un españolismo liberal-capitalista y vergonzante que es nuestra desgracia desde 1978. Ensalzan como paradigma de convivencia el modelo autonómico de la vigente constitución, el mismo que ha consagrado a quienes ellos denuncian: los Pujol, Maragall, Rovira, etc. Desean hacerse con los votos de los trabajadores españoles escaldados con el PSC, “abordando los problemas reales de los ciudadanos”; pero no quieren ensuciarse las manos con uno de los principales “problemas reales”, el de la inmigración salvaje. Presumen de ser paladines de la lucha por la libertad; pero la exigencia de esclarecimiento de los atentados del 11-M les parece cosa de “conspiranoicos”.

Efectivamente, hay que abordar los problemas reales de los ciudadanos. Así, tan “lengua propia de Cataluña” es el catalán como el castellano, que además es la lengua común de los españoles. Esta última lengua debe poder usarse libremente tanto en las instituciones y en la relación con las Administraciones, como en la enseñanza. Las políticas de inmersión deben cesar, así como la exigencia de conocimientos de catalán para optar a cualquier puesto de la Administración. Igualmente deben cesar los intentos de coartar la libertad de expresión de los ciudadanos a través de instituciones ominosas como el CAC.

Por otra parte, ninguno de los mencionados partidos, sean nacionalistas o “no nacionalistas”, se ha manifestado contra las políticas neoliberales de Rodríguez Zapatero, consistentes en degradar las condiciones de los trabajadores españoles con contratos indefinidos basura, despidos subvencionados y el ariete de la inmigración. Menos todavía, contra la instalación masiva del Islam, religión de la que derivan discursos que se oponen a valores cívicos y democráticos elementales.

Es obvio que todos estos “problemas reales” de los ciudadanos españoles de Cataluña trascienden el marco de una región que ha sido concedida  a los nacionalistas anti-españoles como una patente de corso. Para poder resolverlos se impone un cambio de gobierno y de régimen en España. Sin embargo, como primer paso, vale plantar cara a la Generalitat y decirle no.

 

¡Vota en blanco en las elecciones del cortijo de los social-separatistas!