You are missing some Flash content that should appear here! Perhaps your browser cannot display it, or maybe it did not initialize correctly.

El rey abdica, el juancarlismo continúa
Versión para impresoraEnviar a un amigoVersión en PDF

En estos días se prodiga empalagosos elogios al monarca que ha anunciado su abdicación tras casi 40 años de reinado. Son loas de pajes untosos las que vindican y rememoran su estelar protagonismo y activo papel en la instauración del sistema de libertades y la “democracia” tras la muerte de Franco. Este relato palaciego de consumo para masas está plagado de falsedades y elementos fantásticos: Juan Carlos I, como sucesor del general al frente de la jefatura del estado bajo los principios del Movimiento y, por tanto, con atribuciones ex oficio exorbitantes propias de un autócrata, cual monarca absolutista del pasado, graciosamente, nos “concedió” a los españoles un régimen de “carta otorgada” bajo la apariencia formal de constitución. Con calzador metió la monarquía -conservando de facto áreas de poder e influencia impropias de un pretendido monarca constitucional -y a cambio del reconocimiento “pluralista” de su reinado adosó la partitocracia en forma parlamentaria y el artefacto autonómico para dar cabida a los anhelos antiespañoles de las oligarquías periféricas de Cataluña y Vascongadas, arrebatando así el núcleo fundamental de la soberanía nacional al pueblo español…Y para obtener la homologación internacional de su naciente régimen condujo a España con todo su empeño y dedicación a la integración en la, entonces, CEE y la estructura militar de la OTAN con la consiguiente pérdida de independencia nacional y supeditación a los designios de otras naciones.

Entre tanta lisonja se da bola a su título de providencial salvador de la democracia en la jornada 23-F, otra fábula para reforzar su figura y mimetizar su participación en la trama como urdidor del “golpe de timón”, tal y como ha sido apuntado a diestra y siniestra, aquí, allá y acullá. Asimismo, entre otros méritos y servicios, al “rey campechano” se le reconoce el de conseguidor oficioso de contratos para la “marca España”, dada su dilatada experiencia y especiales dotes para tejemanejes comisionistas con los que, al parecer, habría amasado gran parte de su fortuna personal.

Se especula mucho sobre los motivos de la inesperada abdicación del rey, quien en su última alocución navideña había manifestado su deseo de seguir por mucho tiempo. Pero la abdicación era algo por lo que suspiraban muchos cortesanos para bien y continuidad de la institución que con la persona de Juan Carlos I había alcanzado en los últimos tiempos las mismas cotas de bochorno y descrédito que el régimen corrupto cuya alta representación ostenta.

Sin embargo, con el fin del reinado de Juan Carlos I no se clausura el vigente régimen al servicio de las oligarquías de las finanzas y los oligopolios del gran capital, sino que, con aires renovados, se le dará continuidad con Felipe VI. Así, las Cortes borbónicas le proclamarán rey en una operación de lavado de imagen mediante relevo generacional de tintes regeneracionistas.

Con el nuevo reinado de Felipe se barrunta una suerte de “segunda transición” con la que el régimen profundizará en su deriva antinacional, antidemocrática, antisocial y criminal. No es descabellado pensar en la posibilidad de un gobierno de “concentración nacional” que dé cobertura a la estabilidad del proceso sucesorio y posibilite la reforma de la constitución en clave federal o confederal, que para el caso es lo mismo, para “encajar” Cataluña y Vascongadas como “naciones” en relación de “bilateralidad” con el “Estado Español", engarzadas a través de la corona como actualización del pacto de instauración de la monarquía borbónica con las burguesías periféricas que, en lugar de limitarse al estado autonómico de aquel momento, ahora con Felipe VI, culmine definitivamente la hoja de ruta confederal del régimen del 78. Es la “tercera vía” entre el secesionismo y el autonomismo por la que clama el PSOE con su matraca federalista y los grandes aparatos sindicales. Revisión constitucional que el presidente del gobierno del PP, Mariano Rajoy, estaría dispuesto admitir, según sus últimas declaraciones.

La ocasión ha servido a la carcundia de izquierdas para desempolvar la bandera tricolor morada, teñida de nostalgia y rencor guerracivilista, reclamando un referendo sobre la monarquía para volver la mirada a la II República liberal-burguesa del 31, la que nos llevó al fratricidio del 36 y de ahí, pasando por una dictadura, hasta ahora.

El Partido Nacional Republicano no postula el retorno a ninguna república anterior, sino refundar España en la república de futuro que demanda nuestro porvenir y supervivencia como Pueblo. La monarquía no sólo conculca el más elemental principio de igualdad democrática al reservar hereditariamente la alta magistratura del Estado a un Borbón, sino que lejos de agotarse en una mera opción como forma de gobierno, esta monarquía y el régimen que encarna nos precipita indefectiblemente al abismo.

La República que preconiza el PNR para España es esta:

República Española unitaria: ni federal ni confederal, abolición del estado borbónico de las autonomías y proscripción de todos los partidos separatistas antiespañoles.

República Presidencialista, no parlamentaria, con elección directa del Presidente por conjunto de la Nación española.

República laica, no aconfesional ni atea que en ningún caso invadirá la esfera de moral privada y creencias de los ciudadanos españoles, pero que no vacilará en fomentar el civismo republicano para formar patriotas.

República del Trabajo: nuevo modelo productivo y económico de potencia basado en el rearme industrial y tecnológico, que tendrá como punta de lanza la socialización sin compensación de sectores estratégicos de la economía, como el energético y la banca, frente a la actual hegemonía de las oligarquías y oligopolios del gran capital.

No ocultamos que la República que pregonamos sólo podrá surgir de la ruptura con el vigente régimen cuya continuidad se persigue, por el momento, con Felipe VI. Impugnación democrática que no pasa por rogar referendos, sino por la acción directa de masas y la auto-organización de los españoles en asambleas y otros órganos de lucha política hasta lograr defenestrar el juancarfelipismo.

En estos momentos se hace imprescindible continuar construyendo el Partido como sede de elaboración y permanente revisión de esta alternativa republicana española, democrática y socialista que no puede irradiarse mediante los medios convencionales de los partidos parlamentaristas al uso y sus programas electorales clínex. Es una tarea histórica que trasciende los plazos electores.

 

¡Hacia la República Española en rojo y gualda!
España, República, Socialismo