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Rajoy: recuperación ¿de qué?
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El gobierno del PP se empeña en presentar 2014 como el año de la recuperación económica. Animado por los aplausos de la claque de banqueros del reino y ungido con las bendiciones de Eurolandia y Estados Unidos, el ejecutivo de Mariano Rajoy proclama a bombo y platillo una nueva era de bonanza. Necesita, además, un eslogan positivo para la próxima cita electoral, las europeas de mayo. Para hacer verosímil el cuento, recurre a bagatelas como la bajada de la prima de riesgo de la deuda, el supuesto crecimiento de las exportaciones, el fin del rescate europeo del sistema financiero y las jornadas en positivo del Ibex-35. El “éxito” que se atribuyen justifica las duras medidas adoptadas anteriormente y alienta nuevas “reformas” para afianzar la confianza de los mercados. Así, Bruselas y el FMI claman otra vez por la del mercado laboral para primar “políticas activas de empleo”. Esto es, la promoción de subempleos y el recorte de prestaciones para maquillar las terroríficas estadísticas del paro y aligerar gasto público.

Quizá, la perspectiva para las oligarquías del gran capital sea halagüeña. Pero los hechos son tozudos, y no hay recuperación sin crecimiento aunque se pueda haber tocado fondo: ni el FMI ni la Comisión Europea o el gobierno se ponen de acuerdo en la cifra; décima arriba o abajo, no existe indicio alguno que permita anunciar un despegue. Y un 26% de tasa de desempleo, de la cual más de 50% es juvenil, es incompatible con cualquier signo de recuperación en una economía deficitaria que ya ha superado el 100% de endeudamiento público y, pese a que la financiación del tesoro sea más barata que hace dos años, algunas previsiones la sitúan en los próximos diez años en el 130%, a salvo de que se dé una quita. Todo sin contar que la deuda global del reinito equivale a la astronómica cantidad de más de cuatro veces el PIB. Y sin mencionar que no puede hablarse de reactivación alguna, mientras persista la pertinaz sequía crediticia y el alto coste que deben pagar las empresas que aún pueden acceder a un préstamo.

En una reciente entrevista concedida a un medio español, el comisario económico de la UE, Olli Rehn, aseveraba que «llevaría diez años arreglar la crisis española». En realidad, este arranque de brutal franqueza peca de optimismo: España no tiene arreglo sin un modelo económico alternativo y menos sujeta a la férula del Euro-Reich cuyo único interés es devaluar España y otros países del sur de Europa para que Alemania pueda competir en las mejores condiciones con otros polos de concurrencia mundial, así como cobrarse la deuda contraída.

¿Es posible que España levante cabeza? Claro, cesando con el pago de la deuda, abandonando el euro y rompiendo con toda disciplina monetarista y fiscal de la UE, lo que en la práctica supone la ruptura con esta organización al servicio del imperialismo de chequera alemán.

Recuperada la soberanía económica, se impone una reordenación de la economía en torno al eje del Trabajo: para empezar, socialización sin compensación de todos los sectores estratégicos en manos de los oligopolios vampíricos del juancarlismo. A partir de ahí, con una banca pública que conceda créditos blandos a pequeñas y medianas empresas y un sector energético, también socializado, que suministre energía barata se posibilitará la revitalización del tejido productivo.

Estas medidas forman parte de un plan de Trabajo asentado en un sector público vigoroso que lidere nuestro rearme industrial y tecnológico y cuyo objetivo no sería procurar la maximización del beneficio privado o trasladar éste al Estado, sino la generación de un fondo comunitario al servicio del pueblo español y la preservación en la esfera de titularidad pública de los servicios esenciales cuya rapiña se promueve ahora.

Esto no son remedios y arbitrios para arreglar lo que hay. Todo lo anterior implica defenestrar al vigente régimen oligárquico y oligopolista del gran capital y lacayo de Eurolandia que nos ha conducido al desastre e introducir profundas y radicales transformaciones en el orden económico y social de una Nación en bancarrota.