El mensaje borbónico de Nochebuena ha sido, como siempre, un discurso monocorde y soporífero en sus formas. Pero no ha sido un discurso vacuo. Parte de su contenido ha consistido en una soflama irreal, falsificadora de nuestra situación, que es la de una Nación desintegrada, sumida en el ridículo internacional, hundida en una catástrofe socio-económica y carcomida por la ruina moral.
Otra parte del discurso rezuma zapaterismo: “cambio climático”, “pandemias”, “crecimiento sostenible”, “violencia de género”, “terrorismo internacional”… No cabe olvidar que ya en el periodo del aznarato, nuestro jefe de Estado animó a la cuadrilla de Pérez Rovira, asociada al PSC y a Zapatero, en sus conciliábulos con ETA, con aquello de «hablando se entiende la gente». Que luego nos dijo que «hay que intentarlo» cuando Zapatero se zambulló en su “proceso de paz” con los etarras. Y más tarde nos aseguró que Zapatero «sabe lo que hace» y «sabe a donde nos lleva». Es claro a donde nos ha llevado.
Desde 2004, Zapatero se dedicó a retrasar el estallido de la crisis de sobreproducción apuntada en el último periodo de Aznar, prolongando la expansión masiva del crédito, de lo que se derivó un gigantesco incremento del endeudamiento privado, de los particulares y de los bancos. Todo esto desembocó en una crisis financiera. Tras negar obstinadamente la gravedad de la misma, Zapatero se lanzó, con ayuda del PP, al rescate de las grandes constructoras, bancos, cajas, automóvil, etc., lo que no ha impedido que rocemos los 5 millones de parados. Luego ha tratado de sufragar el rápido ascenso del déficit público que todo ello implicaba mediante aumentos de la presión fiscal y emisiones de deuda pública. Este proceso de transformación del endeudamiento privado en endeudamiento público avanza hacia el mismo punto que Grecia, Irlanda, Portugal, etc.: el colapso financiero del Estado.
El rey sabe perfectamente que, a la postre, al régimen no le queda otra que esperar la intervención “salvadora” de la Unión Europea o del Fondo Monetario Internacional. Y sabe también que tal “salvación” no será gratuita. Será a cambio de un devastador programa de reducción salarial, reformas laborales y de la seguridad social, privatizaciones a mansalva, etc. Con ello, se plantea el problema del gobierno capaz de imponer ese programa. Y, en esta perspectiva, es evidente la preocupación del “rey republicano” ante el desgaste del PSOE y los augurios demoscópicos de su declive electoral.
De ahí los llamamientos del sermón navideño contra la “división” y a favor del consenso. En lo inmediato, el Borbón “moderador” entiende que Rajoy debe acercarse todavía más, si cabe, a Zapatero. Ésta es también la función de las invocaciones al “sentido de Estado”. Prietas las filas. PPSOE.
Naturalmente, al PSOE se le ha hecho el culo gaseosa ante el discurso real. Y el PP se ha apresurado a “recoger el guante del consenso”. Los demás muestran la misma actitud de cortesana genuflexión. El terrible bolchevique Cayo Lara, que coordina a IU, se ha despachado con algunas críticas de trámite a Zapatero, pero es para mejor destacar que el PP tampoco ha escapado a la reprimenda del monarca por su labor de “oposición destructiva”. Gorka Maneiro, en nombre de UPyD, ha valorado altamente “el llamamiento al consenso de las fuerzas democráticas en los grandes temas de Estado”, recordando que ésta es una petición que viene demandando el partido bisagrista de la Sra. Díez desde su fundación.
La actitud del Partido Nacional Republicano hacia las actuales instituciones sociales y políticas no es pesimista; jamás ha mantenido la menor confianza en ellas. Pero constata complacido la desconfianza y el pesimismo que se instalan en crecientes sectores de la población. Son indispensables para que se inicie un tiempo nuevo. Un tiempo sin confianza en ninguna de las fracciones políticas del régimen del gran capital, ni en sus consensos. Un tiempo de confianza únicamente depositada en la acción directa de masas contra ese régimen. Un tiempo que también incluirá el “sentido de Estado”, pero en pos de otro Estado que permita la reconstrucción de la Nación española.