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Las europeas del 25 de mayo
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¿Fin del bipartidismo en España?

Los resultados electorales del 25 de mayo han lanzado a los medios a proclamar con cierto sensacionalismo la clausura de la era bipartidista que conlleva la alternancia de hecho entre las dos principales fracciones del régimen juancarlista. Ciertamente, se ha registrado una acusada caída de votos para el PP y el PSOE, más de 5 millones entre ambos partidos, respecto a las últimas europeas. De la debacle del PSOE da cuenta la dimisión de su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyo partido no ha dejado de cosechar fracasos en todas las citas electorales a las que comparece desde 2011.

A lo anterior se sumaría la irrupción del formaciones novedosas, como la expresión electoralista del movimiento 15-M, Podemos, o el ascenso vaticinado por los sondeos de IU y UPyD. El engrasamiento con votos de estos aspirantes a bisagras del juancarlismo, al parecer, permitiría extrapolar tendencias demoscópicas para las próximas elecciones autonómicas, municipales y generales de 2015: fragmentación del voto y por ende de la representación parlamentaria con la pérdida de la habitual hegemonía de PPSOE.

Sin embargo, se ha ignorado el enfoque que con rigor contrastado la Ciencia Política dispensa al análisis de este tipo de comicios: las europeas representarían la quintaesencia de las elecciones tipificadas como de “segundo orden,” caracterizadas por la valoración secundaria que le confieren los votantes; por una mayor abstención de lo normal; el voto protesta que prima la representación de formaciones alternativas, radicales y sus coaliciones. El debate y las campañas se desvían de su pretendido eje central para ceder a cuestiones de índole nacional, más propias de las elecciones de primer orden como las generales. Con todo, el debate en la recta final de las europeas de 2014 se ha limitado a la polémica protagonizada por el candidato del PP, Arias Cañete.

La abstención se ha mantenido en niveles elevados- algunas previsiones la situaban alcanzando un hito histórico-, con un ligero repunte de la participación en relación a las europeas de 2009 consecuencia de la movilización en Cataluña, enzarzada en el “debate soberanista”; han escalado posiciones formaciones secundarias u obtenido representación partidos revelación. Por tanto, todo ha discurrido conforme al patrón de las elecciones de segundo orden y con base a esto, la lectura de los resultados del 25 de mayo no permite por sí aventurar un cambio de escenario electoral en futuras elecciones más decisivas.

A la postre, el PP y PSOE han sumado la mayoría de votos, en torno al 50%. Acompañados de alternativos y reformistas, bipartidista o multipartidista, el hecho es que todos integran la partitocracia juancarlista que es el régimen oligárquico y corrupto que padecemos los españoles.

Euro-visión

La crisis sistémica del capitalismo ha procurado a la actual Eurolandia, presidida desde su fundación por principios neoliberales, la coartada para soltar lastres: se ha roto el pacto de paz social capitalista con el desmantelamiento del Estado de Bienestar instaurado en toda Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Resulta esencial la connivencia de la parte que, supuestamente, se constituyó en representante de los intereses de los trabajadores, primordialmente la socialdemocracia y sus correas de transmisión, los grandes aparatos sindicales. Reformas de estructura instadas por la Comisión Europea, desreguladoras del mercado laboral y laminadoras de prestaciones sociales, son ejecutadas por gobiernos socialdemócratas o cuentan con la aquiescencia de estas formaciones. Como integrantes del capitalismo no sólo renunciaron a sus programas seudorevolucionarios, desde el congreso del SPD en Bad Godesberg al del PSOE en Surennes, sino que también a sus pretensiones reformistas, paliativas de las disfunciones y “costes externos” de este sistema al que apuntalan, configurando sus siglas en una mera marca electoral cuya diferenciación se construye tras la estela de la ideología liberal del progresismo de los demócratas norteamericanos con el discurso de los derechos humanos, el de género, multicuturalismo, ecolatrismo, etc, a la par que, eso sí, mantienen la patente de representantes de trabajadores, desfavorecidos y perdedores del sistema con hueras invocaciones a las políticas redistributivas.

Algunos marcianos previmos la gestación de un IV Reich hace un par de décadas. Sin ambages hoy ya se habla de una “Europa alemana”, mientras se persiste en presentar a la UE como una potencia económica y comercial mediante la agregación del PIB menguante de los estados miembros, entre los cuales, la única economía que crece es la germana que redirige su potencial a la concurrencia en el mercado mundial y a la búsqueda de alianzas comerciales allende Europa, erigiendo su primacía europea sobre la chatarra de sus socios desguazados a los que exige “austeridad” y devaluación interna para terminar de rematarlos bajo la cobertura del euro.

Con todo este cuadro, no debe sorprender “el avance del populismo, el euroescepticismo y los eurofobos”, rúbrica impuesta por el stablishment de Bruselas para denigrar, al margen de determinadas formaciones políticas, la manifiesta y creciente desafección, si no rechazo de los europeos hacia las instituciones de la UE. En ese sentido, podría tener razón el populista holandés Wilders al afirmar que “los europeos no existen”. Ni Europa, añadiríamos nosotros, salvo que se conceda que el proyecto capitalista de la UE de imposición vertical e impronta alemana es nuestra Europa.

Por el contrario, quienes al aparecer sí existen son los franceses que han investido con el triunfo a la formación que preside Marine Le Pen, el FN, con un 26% de votos, en buena parte de extracción tradicionalmente izquierdista y de barriadas deprimidas de la periferia, a un programa que, ahí está el meollo, postula abiertamente la ruptura de la UE y la reorientación geoestratégica de Francia hacia Rusia. Algo irrealizable desde el propio circo del Parlamento Europeo con voces de Pepito Grillo.

Sin duda, se impone un ajuste de cuentas con la UE, pero no por medios electoralistas, presentado candidaturas a Estrasburgo. Frente a la guerra social e imperialista desatada por el Euro-Reich, sólo cabe postular desde la calle la ruptura de Eurolandia, el euro y sus instituciones y la defenestración de los regímenes que, como el juancarlista, nos amarran a ella.