La crisis sella, por el momento, la santa alianza de todas las fuerzas del Capital del occidente industrializado. En la UE, tenemos codo con codo a los liberal-conservadores Merkel y Sarkozy con los “progresistas” Papandreu y Zapatero, los prebostes del Partido Popular Europeo con los de la Internacional Socialista. Todo ello bajo la vigilancia de Obama y el Fondo Monetario Internacional, que preside el “socialista” Strauss-Kahn.
Ensordecen sus llamamientos a la unión sagrada para la guerra social contra el mundo del trabajo, al que se culpabiliza de la crisis: sobran empleos, sobran salarios, sobran pensiones, sobran derechos laborales, sobran servicios públicos, sobran libertades políticas. Y, para todo ello, en nombre de la “gobernanza europea” o incluso “mundial”, se procede a la anulación de los restos de soberanía de las naciones más frágiles, con el artero concurso de las fuerzas políticas y sociales que las dirigen.
A nadie debe sorprender que los promotores de esta guerra social sean los mismos que en la última década desplegaron las guerras militares que han fragmentado los Balcanes y, a continuación, se han desencadenado contra los pueblos iraquí y afgano.
El capitalismo es un proceso demoníaco que discurre a través de ciclos de auge, crisis, destrucción y reconstrucción. El momento actual de guerra social corresponde a la fase destructiva que debe purgar la crisis. Sus instrumentos adecuados son la ideología individualista y economicista neoliberal, expresión desnuda y frenética de salvación del beneficio empresarial y el interés de la finanza, y los salvajes planes de ajuste, privatización y colonización. Queda por ver si serán instrumentos suficientes. Nuevas guerras militares se perfilan en el horizonte (contra Irán, Siria, Líbano…) para afianzar las condiciones de una reconstrucción en un tiempo y con unos modelos productivos que nadie se atreve a precisar.
Ciertamente, han comenzado a oírse críticas de los planes dictados por la UE y el FMI para la “reducción del déficit” y de la “deuda”. Sin embargo, no existe todavía designación neta del enemigo. Ésta es sustituida por divagaciones sobre “los especuladores internacionales” o “los mercados”. No se percibe claramente a la UE, a Eurolandia, como enclave del capital financiero y oligopolista centro-europeo, pilotado por el eje germano-francés, que ha sumido a parte del continente en la ruina económica y la desintegración política.
Se sigue considerando al FMI, a la Organización Mundial de Comercio o al Banco Mundial como “instituciones supranacionales”, quizá poco transparentes y democráticas, cuando son meros apéndices del imperialismo norteamericano. Tras haber hundido en la miseria a la práctica totalidad de los países de África e Iberoamérica con la deuda, aprovechan la impotencia de Eurolandia para ejercer su acción destructiva y reducir a colonias a las naciones más golpeadas por la crisis, esquilmando a sus trabajadores.
Es por todo ello que tanto en Grecia, como en España y Portugal son todavía muy débiles las voces que ponen en primer plano la exigencia de soberanía nacional y, consecuentemente, la ruptura con la Unión Europea y el FMI, el abandono del euro y el desconocimiento de la deuda.
Se ignora que el Estado nacional, en posesión de todos los atributos de la soberanía, es el único bastión que permite alzar la resistencia frente a las andanadas devastadoras del imperialismo. No nos referimos, claro está, a la monarquía juancarlista, régimen de ladrones y caciques al servicio de un capital bancario semiquebrado; régimen antinacional y antisocial, sean cuales fueren sus gobiernos, que ha aceptado servilmente nuestra transformación en mero protectorado de los templos de la usura del “corazón de Europa”. El Estado nacional que necesitamos está por construir. Sólo puede ser el resultado de la movilización del pueblo trabajador español hasta constituirse en república democrática centralizada.
Por otra parte, es evidente que no existe ninguna posibilidad de reconstrucción económica y social para Grecia, España, Portugal y mañana Italia que no pase por la socialización de los bancos y de los sectores claves de la economía. Pero ello, a su vez, pondría sobre el tapete la socialización de los bancos, sociedades financieras y fondos de inversión “prestamistas” de Francia, Alemania, Suiza…
La crisis desgarra el velo de las falacias y hunde las retóricas legitimadoras de la barbarie capitalista. Acceder hoy a la verdad de lo que nos ocurre no es tanto una cuestión de inteligencia como de valentía. El combate por la revalorización de la soberanía nacional, cuya fuerza motriz principal es la acción directa e independiente de los trabajadores, conduce a la demolición de los aparatos estatales vigentes y tiene como desembocadura una confederación de Estados socialistas de Europa.