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Grecia hacia la barbarie
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El desembolso del quinto tramo del fondo de rescate para Grecia (12.000 millones de euros) aprobado en su día por la UE y el FMI, ha desencadenado una trifulca en el seno de Eurolandia: Alemania de un lado y el BCE y Francia del otro han mantenido posiciones encontradas sobre cómo gestionar la debacle helena. La solución de compromiso escenificada por Merkel y Sarkozy, no ha impedido la convulsión de los “mercados” ante la inminente posibilidad de “default” de Grecia y el efecto contagio a los países tocados –entre ellos España– de la Eurozona, hasta el punto de amenazar la propia estabilidad del Euro.

En lo que no ha habido discrepancias es en dar una vuelta de tuerca más a la pequeña economía griega. Un ultimátum lanzado desde el “corazón de Europa” ha instado al gobierno y oposición del país mediterráneo a aprobar un paquete de medidas de austeridad que incluyen un nuevo “plan de ajuste” y privatizaciones a mansalva como condición para librar el dinero pendiente del primer rescate y para la aprobación de un segundo plan de ayuda, cuyo lastre se descargará sobre los lomos de su baldada población.

La UE se revela cada vez más como un timo que ha consistido en desarbolar a las economías periféricas de Europa a cambio del embeleco de las subvenciones y créditos baratos, cuya finalidad no era otra que la de eliminar rivales –a través del desmantelamiento de sus industrias, el sector productivo agroalimentario, etc.– y subvencionar las exportaciones intracomunitarias de bienes y capitales de los países centroeuropeos, a la par que se permitía importaciones de terceros países en nombre de la libre circulación de mercancías en competencia desleal con las economías de estos estados miembros.

Eurolandia aprovecha la crisis para recurrir al expediente liberal de purga, desguazar el mastodóntico estado de bienestar y expoliar a los países denostados como PIIGS. Si, por un lado, en lo social se arrastra hacia el modelo norteamericano de Estado Mínimo en el que las prestaciones públicas tienen carácter asistencial, por el otro, en lo que se refiere a su arquitectura político-económica reedita una “Europa de dos velocidades” que se asemeja a la Latinoamérica de los años 80: los países más débiles son vampirizados por sus vecinos ricos a través de la deuda.

El Euroreich, de puertas para adentro, impone una férula insoportable, de matón de barrio, sobre los desgraciados estados que han mordido el anzuelo, mientras que, de puertas para fuera, queda como un don nadie frente a USA, China y las potencias emergentes, ahogado como una mosquita muerta en medio de las tormentas que él mismo desata.

Es necesario romper con la UE y articular un espacio europeo alternativo que abra una nueva perspectiva democrática y socialista. Ello requiere en primera instancia un combate contra los gobiernos colaboracionistas que, asistidos por los sicarios de la partitocracia y los aparatos sindicales, auxilian la voracidad del gran capital centro-europeo.

 

Y todo esto, ¿quién lo paga?

La deuda soberana griega se sitúa en un 150% de su PIB y se prevé que alcance el 166% durante 2012. El programa de ayudas, que estaba previsto que finalizara en 2013, parece insuficiente para saldar cuentas y se amplía hasta 2015.

Para Berlín, se impone la “reestructuración” de la deuda helena. Alemania se ha posicionado por el aplazamiento de los vencimientos de los bonos griegos durante un periodo de siete años y la participación obligatoria del sector privado (banca, aseguradoras, fondos de inversión y pensiones) para la negociación de esta ampliación de plazos y la aportación de fondos para el rescate. Una resolución del Bundestag supeditaba las ayudas a la participación privada. Se trata de que estos acreedores compartan los costos de la operación de reflote. En palabras de Wiedman, presidente del Bundesbank, «sería conveniente porque de esa forma los acreedores asumirían la responsabilidad de sus decisiones de inversión y se reduciría la carga de los contribuyentes».

Según las encuestas, el 60% de los alemanes se ha pronunciado contrario a la aprobación de cualquier rescate y, a estas alturas, el 71% ha manifestado su desconfianza hacia el euro. La factura de la ayuda alemana, 30% de las aportaciones, podría representar un coste político que la Canciller no quiere asumir.

En buena medida, la propuesta de Berlín adelanta el expediente previsto a partir de 2013 en el Mecanismo de Estabilidad Europeo, de inspiración alemana, que contempla un fondo permanente de ayudas para el rescate de aquellos países en dificultades, condicionado a la quiebra soberana de los países en dificultades y con participación de los acreedores privados para la negociación de quitas y esperas.

El Banco Central Europeo, inicialmente, no quería oír hablar de ninguna reestructuración y menos con participación obligatoria de acreedores privados –conforme a la tesis alemana– algo que, según este organismo, se interpretaría por las agencias de calificación de riesgo y los mercados como una suspensión de pagos encubierta que podría debilitar al euro. A la postre, el BCE es el mayor tenedor de bonos griegos.

Finalmente, ha habido cesión por ambas partes bajo la fórmula de una reestructuración “suave”: Alemania ha admitido la participación de carácter voluntario del sector privado.

La banca francesa y alemana (53.000 y 30.000 millones de euros adeudados, respectivamente) además del BCE, son la más expuestas a la deuda griega y algunas entidades ya han mostrado su disposición a refinanciarla a medida que ésta vaya venciendo.

En realidad, las ayudas a Grecia no son más que prestamos a alto interés cuyo objetivo es garantizar al sistema financiero franco-alemán su resarcimiento. Se libran fondos para que Grecia pueda cumplir con sus compromisos y devolver el dinero con creces.

Quien pecha con la cuenta de los rescates no es el contribuyente alemán, francés, finés, holandés ni austriaco, ni las respectivas bancas privadas. El verdadero pagano es el ciudadano griego.

 

Rescate o Apocalipsis

Desde el FMI, organismo al servicio del imperialismo yanqui, y todas las tribunas de Eurolandia (Bundesbank, Comisión europea, BCE, Eurogrupo, Consejo europeo) se repite a Grecia el mismo mensaje desde un altavoz al servicio de la guerra sicológica: su parlamento, con la mayoría gubernamental respaldada por la oposición, debe aprobar un brutal plan de ajuste, que incluye una batería de privatizaciones, para que medie el rescate. De lo contrario, la ayuda será cancelada y Grecia se encaminará inexorablemente al “default” y, quizá, a su expulsión del paraíso euro, en medio del caos.

No cabe duda que los secuaces de la oligarquía política griega cumplirán con el dictado imperialista para paliar su crisis fiscal y enjugar el déficit. Entre las medidas de austeridad previstas, están los recortes de pensiones, salarios de funcionarios y prestaciones sociales; el despido de miles de servidores públicos; el aumento de impuestos; privatizaciones de transportes, infraestructuras, banca, lotería y la adjudicación de servicios públicos.

El pueblo griego, ampliamente movilizado, no debería resignarse ante la disyuntiva de la quiebra en el vacío y el rescate en forma de abrazo del oso.

 

Ruptura con la UE

El emplazamiento de Eurolandia somete a Grecia a un retroceso político, económico, moral y social sin parangón, a la vez que condena a varias generaciones a ser esquilmadas sistemáticamente.

Los griegos no tienen nada que perder. Por el contrario, pueden ganar mucho, empezando por recuperar su dignidad nacional, si rechazan el rescate que les sumirá en la barbarie: el no reconocimiento de la deuda; la salida del euro y la denuncia de todos los tratados suscritos con la UE despejará el camino hacia su verdadera recuperación.

Ese el camino a seguir por las naciones, que como España, ya están sufriendo los planes de ajuste impuestos desde instancias pretendidamente supranacionales y asépticas que sólo sirven a los intereses del eje franco-alemán.

Para ello se hace imprescindible la acción directa de masas contra los regímenes colaboracionistas que, en nuestra Patria, están representados por la partitocracia coronada y los grandes sindicatos del juancarlismo. Aparatos todos ellos de la monarquía de los banqueros.