La primera gran invasión que conoció Europa la protagonizaron los Homo sapiens cuya presencia, no se sabe ni cómo ni por qué, fue fatal para los Homo neanderthalensis, que tras miles de años dominando los bosques y glaciares europeos, fueron arrinconados y desaparecieron en la Península Ibérica hace uno 40.000 años. La segunda y última gran invasión la llevaron a cabo los pueblos indoeuropeos que se fundieron, se desconoce con qué grado de violencia, con los cazadores-recolectores primitivos. Consigo trajeron un nuevo idioma, religión, organización social, arte y economía más avanzados, sin lo cual hubiese sido difícil el posterior desarrollo de centros urbanos que pudieran interactuar activamente con el Creciente Fértil a través del Mediterráneo. A partir de entonces se fue formando en Europa una civilización que acabó cristalizando con Roma.
La civilización europea no ha permanecido aislada ni inmóvil, la interacción comercial y cultural con otros paradigmas ha sido constante, como lo han sido las invasiones frustradas de otros pueblos, algunos integrados y homogeneizados como los húngaros, y otros expulsados como los turcos, bereberes o judíos. Pero en ninguno de esos casos se trató de una gran invasión, de la sustitución de un elemento por otro.
A finales del s. XX para solventar la demografía negativa de sus centros de producción y servicios, los regímenes capitalistas han aprovechado la extrema pobreza y el subdesarrollo endémico que producen en el resto del mundo para trasladar a millones de asiático-africanos a una Europa con la mayor pérdida de población de su Historia moderna.
Los resultados de medio siglo de ese flujo migratorio constante y creciente son ya visibles en la mayoría de ciudades de Francia, Reino Unido, Alemania, Bélgica y Países Bajos, aunque debido a la política catastral resulta imposible contabilizar la cantidad de ciudadanos que proceden de la inmigración posterior a 1945.
Sin embargo, dicho proceso no se inició en la periferia europea hasta la integración en el Euroreich de España, Portugal, Grecia y las antiguas repúblicas populares, que a razón de sus peculiaridades políticas, contaban con unas poblaciones culturalmente homogéneas. Algo que tres décadas más tarde ya no es así.
Actualmente en España un 10% de la población son extranjeros con permiso de residencia, cifra que no incluye a los inmigrantes en situación irregular ni a los ciudadanos comunitarios. Además desde 2013 a 2016 se le ha otorgado la ciudadanía española a 696.968 residentes, a éstos y sus descendientes se les contabiliza como españoles a todos los efectos a partir de ese momento.
Y desde 2009 a 2016 han llegado a España 2,5 millones de extranjeros regularizados.
Pero estos contingentes humanos no han impedido que finalmente a partir de 2015 el saldo poblacional haya sido negativo, a pesar de que un 20% de los nuevos españoles nacían de madre extranjera, 75.000 aproximadamente; cifra cercana a los 84.000 niños asesinados en el vientre materno sin causas médicas.
Lo que muestra la estadística del INE es la repetición de una sustitución poblacional que se ha llevado a cabo en Europa occidental con tremendo éxito para las élites capitalistas.
Con la desestalinización la izquierda occidental se desmarcó del socialismo soviético para zambullirse en las oscuras aguas del post-modernismo, en ellas –además del género– acabó encontrando a su nuevo proletario, el inmigrante extra-europeo al que convirtió en fetiche del multiculturalismo y en su clientela electoral.
Curiosamente en los parlamentos europeos fueron los partidos comunistas y socialistas quienes impulsaron la inmigración, y la extrema-derecha de corte fascista o simplemente conservadores, los primeros en oponerse. Pero hoy día los inmigracionistas ya no niegan la sustitución poblacional, ya que es un hecho consolidado, y se ha alcanzado una nueva fase donde lo que se busca es su normalización, esto es, que las leyes se adapten a la situación que existe de facto desde hace décadas (construcción de mezquitas, velo islámico en centros de estudios y trabajo, celebración de festividades, poligamia, etc.).
Para aquellos que no convenciese el argumentario liberal-individualista de la izquierda, se presentaba la inmigración como una solución práctica a la falta de nacimientos, que además de salvar las pensiones cubriría aquellos puestos de trabajo que los españoles “no queremos hacer”. Pero lo que los economistas estaban vendiendo era el bálsamo de Fierabrás de don Quijote, después de tomarlo han venido los sudores y náuseas para aquellos que lo probaron: el sistema público de pensiones está en bancarrota, y los salarios se estancaron durante los años de crecimiento.
Antes de la crisis España llegó a ocupar el octavo puesto de mayor PIB a nivel mundial, con una tasa de paro del 8,2%. Para más detalles, durante el período de mayor crecimiento económico desde 1997 hasta el 2007 el PIB creció anualmente a un ritmo del 3.8%, aunque el salario mínimo pasó de 400€ a 570€, y el salario medio de 902€ a 1334€, creciendo a un 3,8% y 4,3% anuales respectivamente mientras el IPC (Índice de Precios de Consumo) crecía al 3.5% anual. Es decir, durante la década de oro de la economía los trabajadores españoles se enriquecieron de media un 1,2% respecto al año anterior.
Las élites político-económicas del régimen del 78 perpetraron el expolio de España tras las privatizaciones de la economía nacional, ante la indiferencia –cuando no colaboración necesaria– de quienes hoy día denuncian una exigua pensión por jubilación, están endeudados o han pasado a engrosar las filas del ejército de parados.
El saqueo y destrucción de nuestra economía no se detuvo con la crisis, sino que se ha acelerado con las recetas neoliberales inauguradas por el PSOE en 2010 ante la práctica inexistencia de tensiones sociales que pudieran frenar la insaciable avidez de las oligarquías, para quienes la inmigración resulta una pieza imprescindible dentro de este nuevo proceso de acumulación de capital.
Las mismas oligarquías que provocan guerras como en Libia, Ucrania y Siria, se sirven de esas atrocidades para recriminar a los europeos su falta de humanidad si no se hacen cargo de estos millones de desheredados procedentes de Asia y África en nombre del individualismo humanitarista más abyecto. Con ello no se busca sino acabar con los últimos rescoldos del Estado-nación que la UE y la OTAN no hayan podido destruir.
El Partido Nacional Republicano denuncia la colaboración más descarada de la izquierda con los planes del capital para la destrucción del Estado-nación, y el engaño de quienes pretenden acabar con el problema migratorio y demográfico de Europa sin una revolución social que expulse del poder a las oligarquías capitalistas.
La violación de las fronteras de nuestra soberanía nacional es un crimen que debe ser primero prevenido y después castigado por todos los medios al alcance. Y la adquisición del título de ciudadano de la república deberá reservarse sólo a aquellos extranjeros que gocen de la aprobación de la Nación.
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Nacimientos
(extranjeros) |
Saldo |
Defunciones |
Abortos (sin razones médicas y a decisión de la madre) |
Inmigrantes procedentes del extranjero |
Adquisición de nacionalidad de residentes |
Población total (extranjeros) |
2016 |
408.384
(75.220) |
-2.227 |
410.611 |
93.131 (89.67%) |
141.306 |
150.944 |
46.440.099 (4.418.898) |
2015 |
420.290 (75.316) |
-2.278 |
422.568 |
94.188 (89.67%) |
258.400 |
114.351 |
46.449.565 (4.454.353) |
2014 |
427.595 |
+31.765 |
395.830 |
94.796 (88.9%) |
235.133 |
205.880 |
46.512.199 (4.677.059) |
2013 |
425.715 (78.942) |
+35.296 |
390.419 |
108.690 (89.93%) |
205.428 |
225.793 |
46.727.890 (5.072.680) |
2012 |
454.648 |
+51.698 |
402.950 |
113.419 (91.34%) |
229.919 |
|
46.818.216 (5.236.030) |
2011 |
471.999 |
+84.088 |
387.911 |
118.611 (89.6%) |
292.849 |
|
46.667.175 (5.312.440) |
2010 |
486.575 |
+104.528 |
382.047 |
113.031 |
292.106 |
|
46.486.621 (5.402.579) |
2008 |
494.997 |
+110.064 |
384.933 |
111.482 |
327.315 |
|
46.239.271 (5.386.659) |
2009 |
519.779 |
+133.455 |
386.324 |
115.812 |
518.361 |
|
45.668.938 (5.086.295) |