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Elecciones del 22-M: el régimen se refuerza
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Los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo han deparado tres importantes reflexiones: el refrendo electoral de la partitocracia vigente, la continuación del avance de los nacionalismos antiespañoles y el reemplazo, de iure, del “zapaterismo” por el “rubalcabismo”.

 

¿Contra la clase política?

El movimiento de protesta de los “indignados” que se inició el domingo anterior a las elecciones, el día 15, nació bajo el lema «no les votes» y con el propósito de castigar a los tres partidos que habían votado a favor de la ley Sinde. Pues bien, mientras que el PSOE ha caído un 7,13% en votos, el PP (más UPN-FAC) y CiU han subido un 2,84% y un 0,2% respectivamente.

Es cierto que para el domingo de autos, las acampadas ya eran una realidad y la mencionada exigencia inicial había sido rebasada por una crítica a los privilegios de la clase política. Pero sorprendentemente, los acampados entendieron que la mejor manera de actuar contra esa clase política era acudiendo a las urnas. O sea, colaborando con el mismo régimen antidemocrático que denunciaban.

Como resultado del «vota a quién quieras pero vota» que se impuso sobre la posibilidad de la abstención, la participación en las municipales aumentó un 2,26% (hasta el 66,23%). Cierto es que el voto en blanco más el voto nulo también ha crecido, pero sólo la mitad del incremento de la participación (un 1,15%). Las dos opciones que parecen haberse beneficiado de este voto “crítico” han sido IU y UPyD con un incremento combinado del 2,89%.

Como resultado de todo esto se constata, incluso, un refrendo del régimen partitocrático ya que el bloque formado por PSOE, PP+UPN+FAC, CiU, PNV, IU y UPyD ha pasado a representar al 51,76% del censo electoral frente al 50,99% en 2007. Esto es así porque mientras el total de votos se ha mantenido casi igual (17,953 millones frente a 17,926 en 2007), el censo de votantes ha disminuido un 1,32%, pasando de 35,1 a 34,6 millones.

Pese a la rampante crisis económica, la continuación de ETA en las instituciones a través de Bildu o la aparente contestación popular en las plazas de las ciudades españolas, los votantes han refrendado el régimen partitocrático de la monarquía de los banqueros.

 

¿El fin del bipartidismo?

Algunos han querido ver en los resultados del PPSOE el fin del continuado avance del bipartidismo al pasar del 70,54% al 65,32%. Esta conclusión sería válida si ambos partidos hubieran perdido votos, pero como ya hemos dicho la caída del PSOE contrasta con la subida del PP. Y todo parece indicar que las razones que lo explican tienen que ver con la crisis económica.

La victoria del PP ha sido celebrada como el anticipo de la próxima victoria en las elecciones generales. Es muy probable que sea así. Ahora, conviene destacar algunos aspectos de esta victoria. Pese a la grave crisis económica el incremento de votos del PP es escaso, apenas un 2,84% (añadiendo los votos de UPN y FAC). Los votantes del PP confían en su capacidad de gestión para sacar a Expaña de la crisis. Pero es un espejismo porque no cabe imaginar que pudieran incumplir con las exigencias que llegan de Berlín. Incluso el monarca en su última visita a Alemania se comprometió con el cumplimiento de las tan manidas “reformas estructurales”, mero eufemismo para referirse a la continuación de la ofensiva del capitalismo europeo contra los trabajadores españoles y nuestra soberanía nacional.

Más sorprendentemente, también ha sido jaleada por la derecha mediática como una recuperación del españolismo constitucional concretada en personajes como Esperanza Aguirre. Pero el PP ha sido y es cómplice del proceso de desnacionalización del régimen. Más recientemente, pactando con Rubalcaba el proceso de impugnación de Bildu a sabiendas de que el Tribunal Constitucional resolvería el litigio tal y como lo ha hecho. Así, mientras que el PSOE es un agente activo de esta desnacionalización, el PP es un agente pasivo. Mientras avanza el antiespañolismo, el PP triunfa allí donde la población es indiferente ante el hecho nacional o, en el mejor de los casos, posee un difuso sentimiento patriótico.

También se ha afirmado que la gran vencedora de estas elecciones ha sido Rosa Díez con su UPyD. Pero si algo han demostrado es lo lejos que le queda su pretensión de convertirse en la bisagra de Don Juan Carlos I. Apenas ha obtenido el 2,06% de los votos, ha obtenido 152 concejales de un total de 68.286 en toda España –meramente testimoniales en algunas ciudades importantes y sólo ha entrado en un parlamento autonómico, el de Madrid.

 

Continúa la progresión antiespañola

En las provincias vascongadas, la legalización plena del brazo político de ETA ha permitido constatar la mayoría formada por las fuerzas políticas antiespañolas. El bloque PNV-ETA(Bildu)-Aralar-EB ha subido hasta el 58,46% desde el 46,24% en 2007. Claro que hace cuatro años, como consecuencia de la ilegalización parcial del entonces frente político de ETA (ANV), el voto nulo representó el 8,3%. Si se añade el porcentaje de voto del PSE que ha caído un 8,03% al bloque nacionalista anterior, el total asciende al 77,99% frente al 78,24% que sumó en 2007.

En Navarra, con una caída de la participación del 3,48%, el nacionalismo vasco ha aumentado del 15,64% al 23,02% cuando UPN+PP siguen obteniendo un 33% y el PSOE pierde el 3,11%.

En Cataluña, el bloque antiespañol formado por CiU-PSC-ERC-ICV-CUP ha disminuido del 78,75% al 71,83%. Esta pérdida es exclusivamente achacable al PSC, que pierde un 7,09%, ya que las demás fracciones se mantienen en algo más del 46%. En Cataluña el PP sí ha crecido, un 2,8%. Aunque en este caso cabe tener en cuenta el giro populista en su discurso ante la inmigración, animado por el crecimiento de la xenófoba Plataforma per Catalunya de Josep Anglada.

Muchos se consuelan repitiéndose una y otra vez que España no se rompe. Confunden nación con estado. Es cierto que, por ahora, el estado no se rompe. Y no lo hará en tanto en cuanto no les interese a las respectivas burguesías nacionalistas antiespañolas. Pero la idea nacional de España sí está rota. Rota porque la nación es inseparable de la democracia y ésta es incompatible con la partitocracia reinante.

El régimen juancarlista es un estado de partidos, no una democracia. Fracciones burocráticas que controlan todas las instituciones del Estado, políticas y judiciales, al margen de la ciudadanía. Aparatos burocráticos jerarquizados cuyos más altos niveles se incrustan en la oligarquía, los intermedios en las burguesías regionales y los inferiores en los círculos caciquiles locales. Durante el siglo XIX, el estado liberal presentaba una estructura similar: sólo cambiaba el número de votantes. Con el avance del sufragio universal se amplió el derecho a voto. Entonces los caciques compraban directamente los votos, ahora “convencen” merced a un sistema educativo a medida y unos medios de información a su servicio.

 

La defenestración de Zapatero

Estas elecciones han significado una gran derrota del PSOE, la fracción progresista del régimen. En las municipales han perdido 1,5 millones de votos, un 7,13%, y prácticamente todas las grandes ciudades. Y no han ganado en ninguna comunidad autónoma.

Esta contundente derrota del PSOE se ha sustanciado una semana más tarde con la defenestración de Zapatero y la unción de Rubalcaba como su sucesor. Si con ocasión de la última remodelación del gobierno decíamos que la vieja guardia había tomado las riendas en la persona de Rubalcaba y que en función de los resultados electorales se podría dar un cambio de caballo, la reciente reunión de la dirección del PSOE lo ha formalizado nombrando a Rubalcaba como el próximo candidato a las elecciones generales. Y lo ha hecho humillando públicamente a la “niña Chacón”, quien se había postulado como la continuadora del zapaterismo.

Mientras que las bases del PSOE buscan un salvavidas ante el “tsunami” que les anuncian las encuestas, los barones junto con las más altas instancias políticas y económicas del régimen buscan un hombre fuerte capaz de afrontar las repercusiones sociales de las “reformas estructurales” impuestas por la Unión Europea y el FMI que se otean para los próximos meses. Incluso confían en poder recortar la distancia con el PP. Y si esto no es posible, procurar que la retirada se realice con orden, para permitir un contraataque lo antes posible.

 

Los españoles, especialmente los trabajadores, hemos vuelto a perder. Debemos aprender de la experiencia histórica hasta interiorizar que las elecciones del régimen juancarlista sólo sirven para refrendarlo. Que sólo podrá ser eficaz la acción política de masas planteada al margen de las canalizaciones institucionales del régimen.