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El verdadero rescate que necesitamos
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La primera etapa de la movilización de las masas pasa por las organizaciones tradicionales. Las masas arrancan su movimiento recurriendo a lo que tienen a mano. Así ha ocurrido en Grecia, España, Francia y Portugal, en inicial respuesta a la irrupción de la crisis del Capital en 2007.

Pero, con ello, lo muerto devora a lo vivo. Somos víctimas de una sarta de ideologías averiadas y de estrategias completamente inoperantes, cuando no suicidas, formuladas desde hace más de un siglo por el marxismo y agravadas por sus evoluciones y putrefacciones posteriores.

Resultado de la primera oleada de luchas: con los aparatos y formas de lucha tradicionales no se ha conseguido nada, ni en Grecia, ni en España, ni en Francia, ni en Portugal.

No obstante, es prematuro diagnosticar ya una derrota de los trabajadores de esos países frente a los planes de ajuste impuestos por el Capital. Más bien cabe prever un compás de espera, ocupado por estallidos sectoriales y localizados que los liberales de todos los partidos oficiales calificarán de “salvajes”. A través de los mismos deberá proseguir el avance en la construcción de un partido revolucionario. Le incumbe, de entrada, una tenaz tarea de clarificación y propagación de los nuevos objetivos y formas de lucha necesarias.

¿Partido revolucionario? ¿No suena esto a utopía, a irrealidad? Lo que es completamente utópico y ajeno a la realidad es defender programas de democratización del régimen juancarlista, o de la Unión Europea, esperando de ellos le eclosión de políticas más “sociales”. El juancarlismo es un régimen de aniquilación nacional y social de España, aupado en el crimen de Estado, la mentira, la corrupción y el expolio de los trabajadores. Un régimen que responde a la hegemonía de los bancos y oligopolios, en la que participan unas burguesías regionales sacamantecas y chantajistas. En cuanto a la Unión Europea, ha mostrado sobradamente su catadura de enclave del capital financiero centroeuropeo. Es un engendro antidemocrático que no admite reforma alguna y que supone la desintegración de las naciones más frágiles en beneficio de las más poderosas.

El gobierno del PSOE se apresura a rendir pleitesía al acoso frenético de “los mercados”, acelerando la aplicación del plan de ajuste que aquellos le ordenaron en el pasado mes de mayo. Esto nos impondrá, de modo inmediato, la defensa del sistema público de pensiones; la oposición al despliegue de la reforma laboral mediante la liquidación de la negociación colectiva, el impulso de los despidos masivos y el aumento de la precariedad del empleo; los esfuerzos por paralizar los avances en la privatización y “liberalización” de los servicios.

Ahora bien, es nuestra convicción que, en el periodo histórico abierto por la crisis, las mencionadas exigencias elementales y otras similares no pueden ser más que sub-productos de explosiones de creciente radicalidad. Y esto por una simple razón: no va a ser posible afrontar la terrible ofensiva del gran Capital y sus testaferros políticos sin arremeter contra los mismos cimientos del sistema, sin romper con los cauces electoralistas y sindicalistas con los que su régimen nos ha estado sumiendo en la impotencia. Y sin abandonar las formas de lucha rutinarias y los discursos nihilistas de la izquierda del Capital.

La Nación es el único bastión que puede permitir al Trabajo la resistencia a las andanadas del capitalismo en crisis. Pero no cualquier tipo de nación. La Nación española conformada por el constitución de 1978 nos ha convertido en un saco de ruinas. Por ello, “revolución” significa, ante todo, reordenación de la Nación en torno a nuevos ejes: sociales, económicos, políticos y de moral pública. Construcción de la Nación española fuera de las sendas de fracaso histórico iniciadas en 1812. Edificación de una comunidad de ciudadanos libres e iguales, asentada en el protagonismo de las fuerzas del trabajo. Constitución de España en república democráticamente centralizada, palanca de promoción de un orden social justo y del avance hacia una nueva Europa.

La patria como “lugar de los padres”, la patria-recuerdo, aporta ejemplos para la emulación y material para los historiadores. Más nos importa la patria de respuesta a los retos del presente y el futuro, la patria como “lugar de nuestros hijos”, cuna de un nuevo orgullo español.

El españolismo borbónico, bancario y de ciertos medios clericales es sólo un refugio de canallas. El anti-españolismo de la extrema izquierda descompuesta, presto a multiplicar las “repúblicas” tribales más reaccionarias, es funcional a los designios de la Eurolandia del eje franco-alemán.

Vamos a situaciones extremas. Dejarán claro que el respeto a los marcos y reglas políticas del régimen, a los empresarios que aconsejan al rey y se reúnen con Zapatero, y a la Unión Europea, no abren otra vía que la catástrofe. Sólo podremos enfrentarnos a la misma avanzando hacia la defenestración del juancarlismo y la instauración de un nuevo Estado que se niegue al reconocimiento de la deuda, que nos saque del euro, que rompa con la Unión Europea y el FMI y que adopte las siguientes medidas, entre otras:

  • Socialización del sistema financiero y su unificación en una banca pública, con potestades de banco emisor, que ordene y canalice el crédito y asegure los depósitos de los pequeños ahorradores.

  • Rígido control de los movimientos de divisas.

  • Socialización de todos los sectores estratégicos, empezando por el energético.

  • Liquidación del Estado de las Autonomías y concentración de consistorios.

  • Supresión de subvenciones públicas a partidos, sindicatos, patronales. iglesias y montajes clientelistas.

Todo ello con la plena conciencia de que los problemas de nuestro país no podrán tener soluciones estables sin avances en países vecinos hacia una Confederación Socialista Europea.

«Los trabajadores no tenemos patria». Esta afirmación pudo satisfacer los sueños mesiánicos de Marx, laboriosa rata de biblioteca del siglo XIX. No la compartimos. Los trabajadores españoles nos hemos quedado sin patria; pero, por eso mismo, no pararemos hasta reconquistarla.

¡España republicana y socialista!

¡Por una Europa del Trabajador!