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El PNR recluta los héroes que España necesita
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En otras ocasiones hemos dado respuesta a preguntas como qué es para nosotros la República y qué procedimiento proponemos a los españoles para alcanzar la Tercera República.

Hemos dejado claro que nuestro republicanismo es una consecuencia inevitable de nuestro carácter nacionalista español. Que la supervivencia de España pasa inexcusablemente por el acabamiento de su construcción nacional en forma de república unitaria, democrática y presidencialista. Porque la República es el único régimen capaz de asegurar la soberanía y la libertad de la Nación, entendida ésta como la comunidad política formada por los ciudadanos.

Hemos demostrado que nuestra pretensión no es un simplemente trocar la forma de la jefatura del Estado: de un rey a un presidente. Porque esa República es una construcción holista –por la que el total es más que la sencilla suma de sus partes– basada en el ciudadano y no en el individuo abstracto. Que es, en consecuencia, un republicanismo antagonista del liberalismo.

Hemos afirmado que nuestro republicanismo no es ni oportunista ni cosmético, sino revolucionario en el sentido que es el colofón lógico de un proceso de superación total –o sea, en lo político, económico, social, ideológico, etc.– del régimen juancarlista.

Con este propósito apuntamos la única vía exitosa hacia la Tercera República: la ruptura democrática y la rebelión nacional de los españoles.

La ruptura democrática con la monarquía y su Estado de las autonomías mediante la denuncia del carácter antidemocrático del régimen juancarlista, vehículo de la hegemonía del gran capital.

La rebelión nacional consistente en la movilización directa, amplia y contundente, de los españoles en las calles con el propósito de derrocar al régimen juancarlista. Cualquier otra vía es funcional al mantenimiento del juancarlismo.

 

Ahora bien, nada asegura que las movilizaciones de hecho actuales y futuras confluyan en un enfrentamiento patriótico global contra la monarquía de los banqueros en su conjunto. De hecho, de nada nos serviría que el derrocamiento de la monarquía no se enmarcara en el proceso de refundación nacional de España. Para ello es necesario un partido revolucionario nacional.

De acuerdo con esta premisa el Partido Nacional Republicano se organiza como la unidad de combate más eficaz posible para la acción política. Y es que son vanas las apelaciones a la sociedad civil, a los movimientos sociales, a los sindicatos institucionales o alternativos, etc.

El Partido Nacional Republicano encuadra su acción en una estrategia de conquista del poder a través de la acción directa de masas que, en sus fases culminantes, no podrá dejar de ser traumática ya que no existe en la historia ningún ejemplo de grupos políticos y sociales privilegiados que se resignen pasivamente a su extinción.

Para ello, asumiendo esos nuevos y difíciles tiempos, el partido revolucionario nacional se caracteriza por la severa selección de sus miembros y su vinculación orgánica permanente en estructuras territoriales y no sectoriales, por la disciplina rigurosa libremente asumida de sus militantes de acuerdo con la antigua democracia militar: los soldados del partido se reúnen en congreso, aprueban la línea a seguir, eligen a los jefes y se disponen a sus instrucciones, sin abandonar en momento alguno su capacidad crítica, hasta la próxima reunión general.

El Partido Nacional Republicano no tiene ninguna esperanza en las masas actuales, ni apela a clases sociales revolucionarias. Todas las clases y fracciones de la presente sociedad son solamente eso: clases y fracciones de dicha sociedad y ninguno de ellas apunta a una forma de vida distinta. Todas ellas comulgan con el sistema de valores dominantes en sus diversas versiones. Para que pueda hablarse de revolución, ha de producirse una transvaloración.

 

El partido revolucionario nacional está concebido para garantizar la más tajante separación de los revolucionarios respecto de las ilusiones de las masas en los periodos normales y la más estrecha unión con esas masas cuando las crisis del sistema las impulsan a la lucha.

Las crisis cortocircuitan la reproducción de los valores dominantes, pero no por ello las crisis promueven por sí mismas valores nuevos. Sólo son ocasión propicia para ello por lo que dan alas a la extensión del partido que propone esa transvaloración.

El Partido Nacional Republicano no es una fracción de la población española, sino algo muy distinto: es el medio por el que una parte escogida de esa población puede transformarse en pueblo políticamente activo. Eso ofrece a los españoles, pertenecer a una comunidad de mutantes llamados a protagonizar esa colosal transvaloración nacionalista, democrática, republicana e inventora de un nuevo socialismo.

Ese camino es, sin duda, difícil. Entraña el troquelado de un nuevo español. Implica la superación de los valores hoy dominantes del individualismo antisocial, del repliegue vegetativo en la llamada sociedad civil y en las patrias chicas, del nihilismo pasivo rellenado de hedonismo consumista y diversión escapista…

Las condiciones generales que pueden favorecer esta mutación no dependen de lo que pueda hacer ningún grupo. Sólo pueden forjarse en la fragua de las crisis y de las guerras. Ahora bien, esas condiciones generales están ampliamente garantizadas por el nuevo ciclo en que hemos entrado a escala mundial. No escaparemos a las crisis, que ya nos está desarbolando, ni a las guerras, a las que tarde o temprano nos veremos arrastrados por nuestros amos.

Lo que sí depende de los buenos españoles es la labor perseverante, obstinada, de construcción del partido necesario para la transformación de la inerte población española actual en pueblo español orgulloso y capaz de la acción política.

 

El Partido Nacional Republicano es consciente del desprestigio del concepto de partido político. Hablar de partidos es hablar de maquinarias electorales para el copo de prebendas por parte de recuas de arribistas y mercaderes de conciencias.

Por eso insiste en su condición de partido histórico, punto de arranque de la refundación nacional de España. Con ese propósito se constituye en escuela preparatoria para la vida cívica en esa Tercera República, en el primer crisol de la forja de un nuevo tipo de ciudadano español.

Su relación con la vigente realidad política es completamente distinta de la que mantienen todos los partidos convencionales, empezando por los que se llaman republicanos e incluso antisistema. Tales partidos están en un “juego”, en una competencia entre amigos. Participan en la vida del régimen, en el seno de sus instituciones y de acuerdo con las reglas que aquel les brinda, diseñadas para legitimarse y amortiguar sus múltiples contradicciones. El Partido Nacional Republicano no está en el “juego”. Su relación con esta realidad política y social es de hostilidad absoluta, sin límites ni acotamientos.

Todo esto implica una valoración del trabajo militante completamente diferente a la habitual en las organizaciones políticas del régimen. Nuestra autoevaluación toma la perspectiva de la dificultad de nuestro propósito en el marco de la sociedad española realmente existente.

La dificultad de este empeño se agranda cuando, además, afirma con rotundidad no reconocerse en ninguna tradición política previa. Su discurso no sólo es completamente nuevo, es también único. Sus militantes, conscientes de esta identidad política exclusiva, buscan la ejemplaridad que permita atraer:

  • a los valientes, sobre todo para soportar las verdades espantosas que revelará el nuevo ciclo histórico,
  • a los jóvenes a los que no sólo no se reconoce su talento y sus esfuerzos, sino que además se les bloquea todo futuro,
  • a los viejos luchadores que no temen volver a fracasar si es con algo nuevo, pero no con los credos y estrategias que desde hace 161 años no han hecho más que organizar la derrota de los trabajadores que aspiraban al socialismo,
  • a los que odian sin remisión el mundo del Burgués, su mezquino espíritu de cálculo economicista y su reducción del conflicto a la concurrencia mercantil y a la discusión eterna,
  • a los que opinan que es la Técnica, más que la poesía, el «arma cargada de futuro»,
  • a los que no ansían una civilización del ocio, sino un cambio radical del sentido del Trabajo,
  • a los espíritus belicosos, hoy condenados a servir en guerras al servicio de intereses ajenos,
  • a todos aquellos para quienes la vida no tiene sentido si no es para quemarla al servicio de empresas históricas.

 

España, más que nunca, va a necesitar en los próximos tiempos…

  • a quienes no buscan constantemente derechos sino una causa superior por la que sacrificarse,
  • a quienes creen que España es esa causa, inseparable de la propia existencia personal,
  • a quienes se atienen a la verdad, por amarga que sea, y la miran cara a cara,
  • a quienes llaman a las cosas por su nombre,
  • a quienes no se dejan engañar por las viejas palabras, ni asustar por las nuevas opresiones.

El Partido Nacional Republicano se dirige a estos héroes para ofrecerles un lugar en sus filas.