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El alfabeto de la crisis
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El régimen juancarlista no tiene otra que esperar: a que escampe la crisis capitalista internacional y a que Eurolandia o el Fondo Monetario Internacional recapitalicen, al precio que sea, nuestro tronado sistema bancario y la propia quiebra de las finanzas públicas.

En abril de este año, algunos gurús optimistas del imperialismo yanqui, pronosticaban desde las páginas del Financial Times o del The Wall Street Journal una salida de la crisis internacional en forma de “V”, a través de una recuperación rápida. Ya entonces un sector escéptico apostaba por la letra “U” como clave de una recesión más dilatada y una recuperación más lenta e incluso, para en algunos casos, por la letra “L”: años de traumática recuperación tras tocar fondo. Pero, con el transcurso de los meses, se ha hecho mayoritaria una corriente aún más “pesimista”. Entiende que la perspectiva marcada por la letra “U” entraña el peligro de un proceso recesivo de doble fondo, en forma de “W”: alzas temporales inducidas por los planes estatales de salvamento de bancos y grandes empresas y seguidas de recaídas en la crisis por ausencia de suficiente impulso del crédito, el empleo y el consumo. ¿En qué clave alfabética cabe encajar la crisis de la economía española?

Hace un mes, una conocida firma de análisis londinense, Variant Perception, afirmaba en un informe sobre la economía española: «España es una hecatombe a punto de materializarse: se dirige hacia una larga y dolorosa deflación, que se manifestará en un nivel de desempleo espectacular, el colapso del inmobiliario, e insolvencias bancarias generalizadas».

Dada esta perspectiva, los citados analistas añadían que los acreedores de España –ante todo los grandes capitales centroeuropeos–, tendrán que acudir al rescate de nuestras deudas. La deuda de nuestro sistema financiero, el más sólido del mundo, según Zapatero, asciende a 780.000 millones de euros. A la que se suma la espiral frenética de nuestra deuda pública. Los ricos también lloran y los Estados también quiebran. Que no se alarmen los europapanatas: no nos echarán del euro. Pero no cabe duda de que, resituados en el pelotón de países con industrialización fracasada, nos serán impuestas condiciones que dejarán baldado al pueblo trabajador español.