El blanco de la próxima agresión imperialista fue designado hace tiempo: las mismas acusaciones estadounidenses sobre armas de destrucción masiva vertidas en Irak planean burdamente sobre Irán. Es el nuevo pretexto del capitalismo en quiebra para recurrir al clásico expediente de la guerra: liquidar stocks materiales y humanos; saquear recursos y reconstruir infraestructuras mediante adjudicaciones concedidas a los contratistas vencedores.
Se tratar de desfibrilar un sistema infartado, en parada cardiorrespiratoria, a la vez que se da cobertura a los delirios sangrientos del enclave sionista de Israel frente a su archienemigo regional, Irán. La próxima matanza yanqui-sionista promete ser colosal, proporcional a una crisis que no ha tocado fondo y cuyas dimensiones se desconocen todavía.
Por el momento, esta guerra contra la república islámica se desarrolla a baja intensidad, por fases y en varios teatros de operaciones. Las descaradas maniobras de desestabilización de Siria, aliado del régimen de los ayatolás, se suman a las amenazas de ataques militares. La imposición de sanciones encaminadas a estrangular económicamente a Irán. Los ultimatos de Obama, el nobel de la paz. La escalada de tensión en el estrecho de Ormuz. El asesinato selectivo de científicos iraníes adscritos al programa nuclear. Y los vuelos de aviones espías no tripulados de la CIA sobre territorio persa.
¿Holocausto nuclear?
Desde hace casi una década Estados Unidos e Israel culpan a Irán de mantener una agenda secreta para el desarrollo de armas nucleares que, junto al avance de sus capacidades balísticas, convertirían al estado teocrático islámico en «una amenaza para la seguridad mundial». Bajo esta coartada, USA ha impulsado su escudo antimisiles, del que España forma parte, cuya finalidad real es neutralizar la potencia disuasoria rusa, y ha propiciado un clima sicológico de terror para tejer una coalición con sus aliados europeos y las monarquías árabes del Golfo, temerosas de que su vecino se consolide como potencia nuclear.
El ejemplo de Corea del Norte muestra que la mejor garantía para librarse de las amenazas de Estados Unidos es incorporarse lo antes posible al selecto club de la bomba atómica. Quizá Irán haya tomado nota.
Israel es el único país de la región que, con un reactor nuclear en el desierto del Néguev desde la década de los 50, cuenta con cabezas nucleares: su trayectoria de agresiones a países vecinos, anexiones y ocupaciones a sangre y fuego deberían despertar, cuando menos, la misma inquietud que el supuesto programa de armamento nuclear iraní.
Demasiadas similitudes entre Irak e Irán
Con el ascenso de Ahmadineyad al frente del gobierno de la clerigalla chií, se disparó la espiral de acusaciones yanqui-sionistas en torno a las pruebas de enriquecimiento de uranio, tecnología precisa para dotar de capacidad nuclear a sus arsenales. Retornaron los informes y las idas y venidas de inspección del Organismo Internacional de la Energía Atómica, que al igual que en el caso de Irak, sirvió como preludio de una intervención de la “comunidad internacional” contra un país que no contaba con “armas de destrucción masiva” ni conexiones con el “terrorismo internacional”, sino con fabulosas reservas de petróleo y un régimen tradicionalmente hostil a Israel.
Siria en el ojo del huracán
Siria fue incluida por la Administración Bush, junto a Irán, en el «eje del mal», discurso yanqui para legitimar futuras intervenciones manu militari. El régimen de Bashar Al-Assad, es la última reminiscencia en Oriente Medio de un estado árabe conformado bajo la tentativa de amoldarlo a los patrones de la modernidad, de acuerdo al ideario del Baath: nacionalismo, laicismo y socialismo. Su deriva es la de un régimen hereditario de partido único en manos de la familia Al-Assad, perteneciente a la minoría alauí en un país de mayoría sunní. Siria mantiene un contencioso con Israel respecto a los Altos del Golán y el lago Tiberiades, territorios ocupados por el estado sionista durante la Guerra de los Seis Días. Su statu quo en la zona se ha mantenido mediante la alianza estratégica con el régimen de Teherán y su apoyo a la milicia chií libanesa Hezbolá, que ha infligido humillantes derrotas al, aparentemente invencible, ejército israelí.
La llamada primavera árabe estalló en Siria con protestas populares contra el régimen en algunos puntos del país, generadas por el descontento con la situación económico-social. La represión policial desatada sirvió inmediatamente para que USA, con su embajador Robert Ford a la cabeza, y sus peones orquestaran una campaña de manipulación, conforme al usual guión de “guerra humanitaria” que justificase una intervención de la OTAN, siguiendo el modelo de Libia. La frontal oposición de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU ha impedido la posibilidad de dar luz verde a las bombas de los piadosos adalides de la “humanidad”.
Es sabido que desde el primer momento de las revueltas se infiltraron grupos islamistas armados, salafistas saudíes auspiciados por la monarquía teocrática wahhabí, para sembrar el pánico y la confusión entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, y que los Hermanos Musulmanes comenzaron a hacer campaña. Siria avanza hacia un esquema de guerra civil patrocinada desde el exterior, disfrazada de “rebelión popular”: el autodenominado Ejército Libre de Siria se refugia y entrena en Turquía, estado miembro de la OTAN, y recibe financiación de Qatar. Ambos países han mostrado su disposición a enviar tropas contra Bashar Al-Assad. Los consejos tribales de autodefensa sunníes de Irak, los escuadrones de la muerte inspirados por el actual director de la CIA David Petraeus, según algunas informaciones, podrían haberse destacado en Siria, de la misma manera que ya hay yihadistas libios sobre el terreno.
La presión de la “comunidad internacional” continúa a través de oenegés, el incierto papel de la Liga Árabe, condicionada por las corruptas monarquías de Arabia y el Golfo, y la propia ONU, quien en boca de su secretario general, el coreano Ban Ki-Moon, ha pedido a Al-Assad, para echar más leña al fuego, que «deje de matar a su gente».
El trasfondo del conflicto en Siria es su entente con Irán. Constituye una fortaleza en la retaguardia: Estados Unidos no puede permitirse que, en el supuesto de un ataque a gran escala contra Irán o de simple intensificación de las tensiones, Damasco como aliado de Teherán active a Hezbolá para hostigar a Israel desde el sur del Líbano o que abra un frente en la frontera del Golán. El régimen de Al-Assad está condenado a ser decapitado y el pueblo sirio envenenado y precipitado a un doloroso enfrentamiento con derivaciones sectarias entre sunníes, alauíes, cristianos y drusos en aras de los planes de guerra de los Estados Unidos.
El partido de la guerra
Por su ejecutoria, no cabe duda que el juancarlismo, llegado el caso, a toque de corneta de Washington, nos embarcará en la próxima guerra, prestará consentimiento para el empleo de las bases norteamericanas en España y el envío de contingentes para la otánica “misión de paz” de turno. Es un régimen de criminales de guerra que ha apoyado todas las agresiones del imperialismo (Irak, Bosnia, Kosovo, Afganistán, Libia) contraviniendo su propia legalidad. El gobierno ya ha manifestado que secundará, siguiendo la consigna de Obama, el embargo de importaciones de crudo procedente de Irán.
Al aparato político del régimen, primordialmente el PPSOE, le acompaña todo el espectro político-ideológico de los extremos. Desearían ver arder Siria e Irán como teas por una motivación u otra: los liberales como fervorosos defensores del sionismo; la extrema-derecha como acérrima enemiga del islam; y la extrema-izquierda, como demostrara en Libia, entusiasta partidaria de las “revueltas” y del “humanitario” apoyo aéreo de las bombas y misiles lanzados por la OTAN.
Superar la inercia del capitalismo: no a la criminal guerra yanqui-sionista
El PNR denuncia los preparativos de la masacre imperialista y se opone a cualquier forma de intervención o injerencia en Siria bajo la habitual coartada “humanitaria” instigada por USA y sus adláteres. Todos estos movimientos delatan que, en este momento, la guerra de rapiña en su camino hacia Teherán pasa por Damasco.
A partir de ahí, nos importa bien poco la naturaleza de estos regímenes y el destino que les depare la historia. El PNR preconiza una vía para España y Europa exclusivamente, no para el universo. Esa vía impone la superación mediante un nuevo socialismo de los infernales ciclos de auge, declive, destrucción, reconstrucción y vuelta a empezar del capitalismo.