Savater vuelve a estar de moda por su protagonismo en la formación de Unión, Progreso y Democracia. Se le reclama para ejercer como su guinda “transgresora” y “provocadora”.
El papel de este filósofo ha sido perfumar con efluvios progresistas e incluso “heterodoxos” territorios invariablemente reaccionarios. Se habló mucho de él a raiz de un libro titulado “Contra las patrias”. En él todo nacionalismo era sometido a una implacable condena, tras lo cual concluía cantando las excelencias democráticas de la monarquía de partidos entronizada en 1978. Un Estado sin nación, por lo visto.
Pero lo más memorable ha sido su función defensora del lugar del “Estado democrático de
Incluido por Zapatero en
Todo esto no le ha impedido alistarse a la formación de un nuevo “partido nacional”, desde el que multiplica nuevas ocurrencias de bribón. Como la grotesca simultaneidad de varias afirmaciones recientes, en la línea del libro antes citado: que «la idea de España me la suda y me la sopla», que España es «una entidad metafísica» y que «lo que me preocupa es el Estado». ¿El Estado de dónde? No puede ser otro que el Estado español. Las ensoñaciones humanitaristas del individualismo burgués carecen, por el momento, de Estado. Humania no existe todavía. Pero si España es una “entidad metafísica” que se la suda y se la sopla a Savater, ¿por qué le preocupa el Estado español?
Son las majaderías que cabe esperar del intelectual de servicio de la monarquía y el capital, en su versión de “enfant terrible”.