Quizá, el destituido Presidente de la Generalidad tras su declaración unilateral de secesión, desilusionante para las masas sepatistas, y su posterior fuga a Bruselas dejando tirados a sus cofrades del procés ante la justicia, no pueda encarnar al héroe que reclamaba la épica y el martirologio del imaginario independentista.
No obstante, no ha debido decepcionar tanto a sus correligionarios del separatismo cuando ha sido votado y reelegido candidato a la investidura ante la pasividad del gobierno del PP, que ni impidió el referendo ni la huida del “golpista”. Ni siquiera puede en estos días, incluso armado del 155, blandir más que inanes recursos y papelillos de leguleyos para frenar las maniobras torticeras de Torrent, quien ahora pretende amañar el reglamento del Parlament para permitir que Puigdemont pueda ser tele-elegido.
Cabría suponer que para los nacional-republicanos Puigdemont no es más que un despreciable personajillo. Sin embargo, le conferimos atributos positivos: debería ser erigido en ejemplo y modelo de todos y cada uno de los separatistas de Cataluña. Al igual que su President in pectore, deberían hacer las maletas y largarse a cualquier país que les dé asilo.