You are missing some Flash content that should appear here! Perhaps your browser cannot display it, or maybe it did not initialize correctly.

Para acabar con ETA, acabar con la monarquía
Versión para impresoraEnviar a un amigoVersión en PDF

El reciente atentado en Durango no manifiesta la ruptura del “proceso”. Por el contrario, demuestra su continuidad en el marco teatral pactado por Zapatero y ETA.

Tras años de contactos exploratorios y de negociaciones entre PSOE y ETA, llegó la declaración de tregua y, finalmente, los encuentros a tres bandas: el PSOE, el PNV y ETA-Batasuna. En ellos se acordó la creación de sendas mesas de negociación –“de partidos”  y “técnica”, entre el gobierno y  ETA– tanto  en el País Vasco como en Navarra.

Esas tres mafias se reunieron en la casa de ejercicios espirituales del santuario de Loyola (Guipúzcoa) en once ocasiones, entre septiembre y noviembre de 2006. Es conocido el tradicional papel desempeñado por ese santuario en el nacimiento y acunamiento de  ETA. El 20 de septiembre tuvo lugar el primer encuentro, en el que ya se inició la redacción de un borrador que debería ser debatido posteriormente en la futura “mesa de partidos”. En dicho texto se sentaban "las bases políticas del proceso”, así como los principios metodológicos para hacerlo realidad y el protocolo de su gestión. Su culminación debía ser un acuerdo-marco final que sería depositado ¡en el Vaticano!  

Las reuniones se sucedieron en octubre y, el 31 de ese mes, se contaba ya con un documento denominado “Bases para el diálogo y acuerdo político”. En el mismo, según ha informado el PNV, «se reconocía la identidad nacional del pueblo vasco, se defendía que las instituciones del Estado respeten las decisiones adoptadas por la ciudadanía vasca y se garantizaba a la ciudadanía vasca que todos sus derechos estén recogidos en el ordenamiento jurídico internacional». Igualmente, se comprometieron a la formación de un órgano institucional común para el País Vasco y Navarra«con atribuciones ejecutivas y legislativas»; así como a «incorporar los acuerdos al ordenamiento jurídico que serían sometidos a referéndum». 

En el documento se preveía también que en enero de 2007 una delegación de los socialistas navarros se sumaría a las conversaciones, que en verano las mesas antes citadas  estarían constituidas y en dos años, se habrían cerrado los acuerdos adoptados en ellas, que después deberían ser  sometidos a referéndum.

Todavía desconocemos muchos detalles de esta infame traición. Pero está claro su núcleo esencial. El PSOE ha pactado el reconocimiento nacional e internacional del País Vasco como nación, su derecho de autodeterminación y la creación de un organismo dotado de todos los poderes necesarios para poner en marcha la integración de Navarra en el País Vasco. A la vez que, en la llamada “negociación técnica”, de ETA y Gobierno, se habló de excarcelar presos criminales de ETA, y reinsertar etarras con un sueldo de 1.500 € al mes, durante diez años, entre otras muchas cosas. 

Y también está claro que, como no puede ser de otra forma en el régimen vigente, un proceso de esta envergadura, con sus tremendas consecuencias, no se pone en marcha si no cuenta con el beneplácito del palacio de la Zarzuela. Sumemos a esto la complicidad del gran capital y de un sector de la jerarquía eclesiástica y tendremos a todos los poderes fácticos del régimen en pos de la incorporación de ETA a la vida política “normalizada”, pagando por ello un precio que, junto con los nuevos estatutos “nacionales”, precipite la confederalización de lo que queda de España.

Es decir, el desguace final de la unidad estatal de nuestra patria, con su séquito de des-regulación de la economía, de merma de libertades y de división de los trabajadores españoles. Todo ello en aras de  un nuevo salto en la acumulación capitalista.

Sin embargo, el atentado de Barajas, en diciembre de 2006, que causó “accidentes mortales” en principio no previstos, complicó las cosas. Los observatorios demoscópicos del PSOE detectaron riesgos de hemorragia electoral. Zapatero percibió que, de momento, no podía ir más lejos en la componenda con ETA. Se hizo preciso escenificar una ruptura de la tregua y aplazar para después de las elecciones generales los tramos ya acordados de la hoja de ruta. Entre ellos, el acceso al gobierno de Navarra. Con ello cubría dos grandes objetivos. Por un lado, anestesiar a grandes sectores de españoles, traumatizados después de tres años de colaboración con la banda, mediante una pose de españolismo y firmeza anti-terrorista. Por otro, desactivar el único punto crítico del discurso del PP, una vez que éste decidió dejar de lado el tema del 11-M y se ha sumergido en los procesos estatutarios de destrucción de la Nación española. Le resta únicamente a Rajoy una grotesca función de lacayo: convencernos para que apoyemos a Zapatero en su lucha contra ETA, cuando ésta es hoy el principal aliado de Zapatero.

Por supuesto, el gobierno de Zapatero mantiene sus contactos con los etarras. Son ya doce, como mínimo, sus reuniones con la banda terrorista desde la ruptura del alto el fuego el pasado 6 de junio. Paralelamente, Rubalcaba se ha dedicado a atemorizar a los españoles con la “certeza” de “atentados inminentes”, que por fin han comenzado en Durango, a la vez que se atribuía detenciones en Francia que no le corresponden. Son fruto de una  reacción de la juez Laurence Le Vert al negársele los datos de dos de los números de teléfono que portaban los negociadores de ETA detenidos en suelo francés con la pistola en la mano.

En suma, prosiguen los conciliábulos con la banda armada y se emiten mensajes para mantener latente al clima de terror. Lo hemos dicho y lo reiteramos: el terror es imprescindible a Zapatero. Salió bien en el 11-M y la impunidad genera la repetición. Zapatero necesita que ETA recrudezca su toma violenta de las calles, sus agresiones y homenajes a terroristas y que continúen sus atentados. Esta es ahora la contribución de ETA a la victoria electoral del PSOE. Sólo así, tras unos meses de “lucha implacable”, que no impiden manifestar la disposición a nuevas treguas, Zapatero podrá resurgir como príncipe de la pazzz.

La monarquía no quiere acabar con ETA, sino con la Nación española. Para ello ha resucitado a  ETA. Para acabar con ETA y reconstruir nuestra Nación, los españoles tendremos que acabar con la monarquía.

 

¡Por la derrota de ETA!
¡Hacia la República nacional española!