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Ni cambio, ni recambio
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Seguido al circo electoral del pasado 24 de mayo y la consecuente formación de gobiernos municipales y autonómicos por candidaturas y nuevos partidos que han concitado tantas expectativas, tras varias semanas de acción de gobierno, no ha acontecido el anhelado “cambio” ni acontecerá alguno. Y menos en relación a los ejes constitutivos del régimen del 78.

Estos ejes son, primordialmente, la monarquía; el Estado de partidos al servicio del gran capital, bajo la hegemonía del Euro-Reich; y la centrifugación de España en tres velocidades: los partidos que quieren simple y llanamente su desaparición inmediata mediante la independencia o “el derecho a decidir”; aquellos que prefieren la aniquilación lenta pero segura a través del estado de las autonomías; y quienes, finalmente, quieren acelerarla mediante la “federalización”.

Todo cambio, para ser tal, requiere necesariamente la completa demolición de los fundamentos del régimen del 78 y su completa sustitución que, para los nacional-republicanos, pasa invariablemente por arrumbar lo siguiente: monarquía parlamentaria por república presidencialista; estado autonómico políticamente descentralizado por república unitaria administrativamente descentralizada; régimen capitalista de oligopolios y las oligarquías por república socialista.

 Ninguno de los llamados partidos emergentes en liza ni apunta a esta dirección ni tiene la más mínima intención de proceder a cambio real alguno que afecte a estos pilares del juancarfelipismo. Si acaso, a exacerbar sus características más negativas, como lo que se refiere al modelo de distribución territorial del poder. Su única función y finalidad no es el cambio, sino el recambio en la gestión del sistema vigente, y al no conseguirlo plenamente tras los últimos comicios, sólo pretenden ser ya una bisagra normalizada del régimen que ha abierto el monopolio del PPSOE a estas nuevas formaciones a las que asigna el papel de secundarios y figurantes de su decorado regeneracionista de cartón piedra.

Se dice que es pronto, que hay que darles tiempo. Pero aunque dispusieran de todo el del mundo, y sus programas electorales preconizaran cualquier transformación o reforma del sistema es falso que desde las entidades municipales o autonómicas se pueda acometer porque ni los ayuntamientos y parlamentos autonómicos son instancias desde las que se pueda abordar los graves problemas que aquejan a los españoles ni son la Comuna de París ni los electos son revolucionarios.

En el caso de Podemos, no ha tardado mucho en modular o abandonar sus postulados originarios, nada radicales por cierto, mera envoltura populista de inspiración latinoamericana de un programa genuinamente progre y socialdemócrata y, en pos de la “centralidad”, adopta resueltamente el papel de socio vocacional del PSOE, aceptando a las claras la monarquía, pese a la impostura de alguno de sus electos o afines retirando bustos y nomenclaturas de reyes abdicados; seguir los dictados del Euro-Reich, sin querer oír hablar siquiera de reestructurar deuda; y, aun bajo el disfraz patriótico de Pablo Iglesias en campaña, no ha recatado su clara apuesta por el «derecho a decidir de los catalanes» y el apoyo a gobiernos abertzales, como en Navarra, convirtiéndose en un auxiliar de la corrupta “casta” separatista y de los postulados federalistas del PSOE.

Para rematar, los “antisistema” que Podemos ha colocado en los ayuntamientos a los cuales ha tenido acceso gracias al PSOE, han optado bien por la parálisis como en Cádiz, bien por la acción humanitaria lastimera de oenegés con comedores públicos, planes «por la infancia en peligro» y otra serie de medidas caritativas que ocultan la raíz política de los problemas de fondo, humanizando el capitalismo y perpetuando la despolitización y desnacionalización de las masas con paliativos de la brutal crisis económico-social propiciada por el régimen.

Podemos es actualmente un gallinero en el que dirimen sus diferencias los que se quedan fuera del pastel electoral, (sueldos y dietas incluidos), los que apuestan ya descaradamente por la normalización completa en los brazos del Régimen y aquellos que alguna vez creyeron que desde la formación de un referente electoral en el régimen juancarfelipista era posible el cambio.

Y esto último es totalmente imposible participando en estructura alguna del sistema, como hemos tenido la oportunidad de ver en Grecia con Syriza, donde el descontento organizado electoralmente ha visto ante sus ojos la traición lógica y totalmente previsible para quien reconoce la tozudez de la experiencia histórica, que demuestra que no hay cambio posible desde dentro.

Sólo desde el total enfrentamiento político con el actual sistema, el derrocamiento de la monarquía partitocrática y autonómica, la ruptura total y absoluta con el Euro-Reich y la defenestración de las oligarquías de los oligopolios y las fianzas es posible propiciar el verdadero cambio, de impronta nacional-democrática, que precisamos los españoles en forma de República Unitaria y Socialista.