En las calles de Madrid se ha escenificado recientemente la división existente entre los dos bloques políticos sobre los que se asienta el régimen juancarlista. La excusa ha sido la negociación con ETA.
En la primera de las manifestaciones, el bloque formado por la izquierda y los nacionalistas anti-españoles convocó a sus partidarios en defensa de su proyecto político… un proyecto pactado desde hace tiempo con los terroristas.
Lo hizo como siempre, amparándose en esa masa blanda de individuos que anteponen la «ausencia de violencia» a cualquier otra consideración, que prefieren la sumisión ante asesinos vasquistas o islamistas con tal de que les dejen de matar. La misma masa blanda que decidió las últimas elecciones generales cuando acudió a las urnas enferma de terror por el 11-M. Son, en definitiva, los mismos individuos dispuestos a aceptar que España sea una «nación de naciones» con tal de que les permitan vivir en paz. Aquella aglomeración endeble que acudió a las calles madrileñas supuraba indiferencia ante el futuro de nuestra nación, cuando no abierta hostilidad. Este bloque político, como no nos hemos cansado de repetir, es irrecuperable para la idea de una nación española indivisible.
La segunda de las manifestaciones fue la del bloque de la derecha del régimen. Se convocaba al calor de un epitafio de aquel patriota liberal tardío que fue Mario Onaindía y que antepone la libertad a la paz. Para cualquier observador de ambas, la diferencia saltó a la vista en forma de banderas nacionales, en rojo y amarillo. Mientras que en la primera brillaron por su total ausencia, en la segunda inundaron una vez más las calles, fiel reflejo del inequívoco sentir patriótico de los asistentes. Este sincero patriotismo, que se exhibe con dignidad y orgullo, es un fenómeno reciente que se debe a asociaciones cívicas como
En concreto, los dirigentes del PP temen que esta iniciativa patriótica y popular les sobrepase. Cuando sus especialistas demoscópicos detectaron estos cambios se subieron al tren en marcha… recurrieron a Habermas y se reinventaron a sí mismos como los adalides del patriotismo constitucional. Había que fijar los límites de ese naciente sentimiento de afirmación nacional en
Nuestro partido acudirá siempre y el primero a cualquier acto patriótico que denuncie esta verdad, y rechazará cualquier confusión con el constitucionalismo pepero. Y lo hará porque todos los esfuerzos del PP están encaminados a la esterilización de esta protesta patriótica que arraiga en cada vez más sectores del pueblo español. Porque denunciamos que Rodríguez Zapatero y Rajoy son actores y cómplices de la destrucción de nuestra nación. Y porque afirmamos que la supervivencia de nuestra patria sólo es posible en el marco de un nuevo régimen, republicano y patriótico, que asuma la labor histórica de acabamiento del proceso de construcción de la nación española.