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Los resultados de esas elecciones no deberían constituir un motivo de alarma para el régimen. El PPSOE concentra más del 80% de los votos y el 88% de los escaños. Pero esto no es suficiente. La cúpula del régimen y su clase social hegemónica saben perfectamente de la gravedad de la situación. Así, es preciso que suenen todos los timbales de la “unidad”.
Por ello ven con buenos ojos la cooperación del PSOE y el PP en el rescate de los bancos y cajas, de los gerifaltes del ladrillo y de las multinacionales del motor. También se congratulan de los proyectos de nuevos Estatutos “nacionales” que ambos se disponen a impulsar en Vascongadas y en Galicia. Igualmente ven con agrado sus esfuerzos conjuntos por seguir tapando la verdad del 11-M que, maldita sea, no se deja enterrar. Y, en fin, se congratulan del papel subordinado del Tribunal Constitucional en los guiños a la ETA “buena” cuando autoriza la participación del los filoetarras de Iniciativa Internacionalista en los comicios .
El rey –quien departe semanalmente con los responsables de los servicios de inteligencia– y los capos de la banca y del capital oligopolista saben perfectamente dónde estamos. Saben que vamos por la senda de la deflación, del incremento del paro, del crecimiento del gasto público financiado con deuda pública y del descenso de calidad de la misma… hacia un probable colapso financiero general. Son conscientes de que los ataques al pueblo trabajador apenas están en sus inicios. Para ellos sobran empleos, sobran salarios, sobran “rigideces” en la contratación laboral y en el despido, sobran servicios sociales… Desde su posición se impone un cierre de filas del conjunto de la partitocracia que prepare la purga de la crisis con todas sus consecuencias. Incluso puede hacerse necesario un gobierno de gran coalición.
Pero las cumbres del régimen advierten, con nerviosismo, que los intereses particulares de las dos grandes facciones políticas dificultan el inicio de esa vía. Felipe González se ha hecho el mejor intérprete de esas preocupaciones. De entrada, señala la necesidad de acuerdos para afrontar la crisis. Y no se está refiriendo a unos acuerdos sólo con los sindicatos. «Un Gobierno solo, en cualquier país europeo o de cualquier parte del mundo, no es capaz de enfrentar la crisis si no tiene consenso, pacto, acuerdo o diálogo con interlocutores económicos, sociales y políticos». González, que ya se ha pronunciado abiertamente a favor de la reforma del mercado laboral, acusa ahora abiertamente al gobierno de Zapatero de estar perdiendo un «tiempo precioso» al no adoptar medidas de reforma necesarias con el «pretexto» de consensuarlas con los sindicatos. El gobierno, además de proponer reformas a los interlocutores sociales, está facultado para llevarlas al Parlamento y una vez allí, afirma, «que cada uno asuma la responsabilidad de negarse a apoyar eso». Los resultados electorales impiden que estas recomendaciones de González puedan ser aceptadas en lo inmediato.
Zapatero, de cara a las próximas elecciones generales, necesita no sólo recuperar a los votantes tradicionales del PSOE sino además atraer a votantes nacionalistas antiespañoles y de izquierdas que con ocasión de las elecciones europeas o bien han vuelto a sus partidos de origen o bien se han abstenido. Sin un importante trasvase de votos procedentes de IU, y sobre todo, de las formaciones antiespañolas, Zapatero no puede aspirar a perpetuarse en el gobierno. Para ello, al PSOE le conviene ahora más que nunca “que haya tensión”. Probablemente asistiremos a una radicalización de su discurso que le ayude a fagocitar estas formaciones. Esto significa: mantenimiento del pacto de hierro con las grandes burocracias sindicales, avance de la ley del aborto, recuperación del eje de la eutanasia, apoyo a nuevas iniciativas de erradicación de la lengua española, financiación privilegiada a las taifas catalana y andaluza… y unión de Cebrián y Roures, para concentrar un omnímodo aparato de agitación y propaganda.
El PP se ha reafirmado en su estrategia de perfil bajo, de “liberalismo amable”, que persigue una baja participación que evite que el PSOE sea «el refugio de los recelos que causa el PP» en el electorado antiespañol radical, al tiempo que tiende puentes al más moderado con vistas a posibles apoyos parlamentarios futuros. Rajoy quiere concentrarse en la economía pero sin mentar reformas impopulares. En el fondo, pretende que el INEM le haga las campañas electorales. Si Zapatero llegó al gobierno por accidente (ferroviario) Rajoy sólo puede llegar por defecto.
En suma, un Zapatero lanzado a tensionar y un Rajoy impotente para sustituirlo en medio de un desplome económico y del creciente descrédito de toda la clase política. Descrédito trocado en hostilidad de unas minorías que se ha expresado a través del sector activo y militante del abstencionismo y del voto en blanco. No haremos cábalas sobre la desembocadura de todo esto. No depende de nosotros. Lo que sí depende es el avance en la construcción de un partido vinculado a la preparación e impulso de la acción directa de masas, siendo conscientes que ésta tendrá dos grandes enemigos: el cretinismo electoralista que se sucederá sin tregua en los próximos años y la acción antisocial de las burocracias sindicales.