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La reina y yo
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La monarquía es una institución antidemocrática. Supone la negación de la igualdad ciudadana y, en nuestro caso, por haber instigado o autorizado entre bambalinas los más negros episodios de las últimas décadas, encarna una grave usurpación de la soberanía nacional popular. Se asienta en un pacto de hierro con el nacionalismo anti-español y no sólo culmina un régimen al servicio de la oligarquía económica, sino que además forma parte de la misma. Todo esto, para el Partido Nacional Republicano, es lo esencial y no las confidencias efectuadas a una periodista por Doña Sofía, una señora de la derecha confesional de toda la vida, lo que no es un secreto para nadie, a lo que se suma una notable confusión política. Como era de esperar, el episodio se ha cerrado con un monumental cabreo del “rey republicano” y con un desmentido de la Zarzuela resumido, como siempre, en matar al mensajero.

Lo único interesante de toda esta historia es que, de un lado, ha puesto de manifiesto las contradicciones existentes entre las diversas familias del PP y, de otro, ha forzado una  vergonzosa toma de posición del PSOE.

El actual vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, se arrancó con unas declaraciones en las que consideraba que toda la Familia Real debe mantener «el principio de neutralidad» y que lo afirmado por la reina en relación con el aborto o el matrimonio gay «ofende a una parte de los españoles». A continuación tuvo que rectificar, pero el cirio ya estaba armado en el seno del PP.  El sector de ese partido que identifica a España con el trono y el altar se puso en pie al grito de ¡Viva la Reina!, protestando que se la criticase «cuando dice lo mismo que nosotros». Hay que destacar que ese sector se opone al aborto por razones de moral religiosa, distintas de la moral nacional laica que condena su práctica por atentar contra la vida de un futuro ciudadano español.  Además, tanto ese sector como  el que sigue las indicaciones más prudentes del marianismo han mantenido un sepulcral silencio sobre  otras manifestaciones de le reina, mucho más escandalosas. Así, cuando narra lo apasionantes que son las reuniones del paramasónico Club Bilderberg, a las que ella asiste, aunque no dice en calidad de qué y para qué;  o cuando revela que «el rey no abdicará jamás» y que la casa real está dispuesta a aceptar la liquidación definitiva de la nación española, para dar paso a una situación confederal, si todas las taifas aceptan la monarquía.

Por otro lado, hemos asistido al esperpento de ver al PSOE reclamar la desautorización del portavoz popular, Esteban González-Pons, por pedir neutralidad a la Familia Real. Y los jefes del PSOE lo han hecho  no sólo han aparecido como gran baluarte de la monarquía, sino que además han denunciado que el  PP ha menospreciado también al Ejército y a los banqueros. En suma, el PSOE como principal lugarteniente del orden del gran capital.