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La Iglesia y ETA. Mediaciones y equidistancias
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No pretendemos ofender a los católicos que leen esta página si afirmamos que, en general,  la jerarquía de la iglesia siempre ha intentado ocupar un papel sacro en el proceso político, y que además ha jugado en el mismo a dos barajas y, en última instancia, a caballo ganador. En los últimos tiempos, el desempeño de la  “mediación”  ha sido una de sus papeles más relevantes.

A comienzos de 2006, la revista 21RS, editada por la congregación de los Sagrados Corazones, revelaba que tres eclesiásticos iban a realizar «discretas labores de mediación» en la «cocina del proceso de paz en Euskadi»: el cardenal francés Roger Etchegaray, el redentorista irlandés Alec Reid y el sacerdote vizcaíno Joseba Segura.

El reportaje, titulado “Tres sotanas en la mediación con ETA”, aseveraba que la misión de los tres eclesiásticos «cuenta con el aval del Vaticano y de la Conferencia Episcopal española» y debía consistir en «tender puentes y mediar en la negociación entre el Gobierno y ETA».

¿Cuáles han sido los frutos de esta “mediación” en la colaboración del gobierno de Zapatero con ETA con vistas a la desmembración de España? La mencionada revista resaltaba que Alec Reid es un personaje muy conocido por su intervención en el proceso de paz en Irlanda del Norte, y un ardiente partidario de la legalización de Batasuna y de impulsar un «diálogo sin exclusiones» como paso previo «a unas negociaciones que pudiesen plasmarse en un acuerdo que recogiese los derechos de todos». En el caso del cardenal Etchegaray, su misión debía ser la de “notario”, dado que «cumple a la perfección las tres condiciones de un buen mediador: conocer a fondo el tema, tener prestigio y gozar de la confianza de todas las partes». El purpurado francés, de 83 años, nació en Ezpeleta (País Vasco francés), siempre se ha manifestado en favor de un proceso negociador y cuenta con un reconocido prestigio como “enviado especial” de Juan Pablo II a misiones diplomáticas delicadas como Kosovo, Timor, Jerusalén, Chiapas o Irak.

Las cosas empeoran cuando la “mediación” se identifica con la equidistancia, e incluso con la exculpación del terrorismo. Recientemente, la portavoz del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) Cristina Cuesta, ha acusado al obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, de humillar a las víctimas del terrorismo por un discurso pronunciado en agosto durante una misa en Azpeitia. Allí, en presencia de Ibarretxe y del alcalde de ANV del municipio guipuzcoano, el obispo llamó exiliados a los terroristas huidos y criticó el «sufrimiento por la confrontación». Cristina Cuesta se pregunta: «¿Qué confrontación? Yo no me he confrontado con nadie, no he sacado una pistola en mi vida». Y recordó que «tampoco se confrontó» su padre, asesinado en un atentado. Además, lamentó el uso del término “exiliados” por parte del obispo. «Es un discurso legitimador del nacionalismo, porque para él los “exiliados” son los huidos de la Justicia, son ellos en los que está pensando».

Poco después, en una homilía pronunciada en la basílica de Santa María en la capital donostiarrra, Uriarte defendía la búsqueda de un “acuerdo” para conseguir «una sociedad pacificada, solidaria y tolerante en el País Vasco». Tras proclamar que «tampoco ambiciona soluciones perfectas, ni cae en la tentación del maximalismo exigente y obstinado quien apostó por la búsqueda de un acuerdo para la paz», invitaba a las partes a «recortar sus legítimas aspiraciones».

Rosa Diez se ha sumado a las críticas a Uriarte, recriminándole su petición de que tanto las víctimas como los terroristas cedan para poner fin a la violencia. Para Díez es evidente que Uriarte equipara víctimas y verdugos. «Cada día que se celebran misas en el País Vasco, centenares de sacerdotes hacen homilías basadas en el discurso del obispo. Esto envenena a una sociedad de por sí insolidaria». Según Díez, la iglesia «ha sido cómplice desde la perspectiva política» en la lucha contra la banda terrorista, «porque el silencio o la complicidad terminológica han favorecido que mucha gente siga viendo a ETA como unos chicos equivocados pero con un objetivo digno de ser defendido».

No sabemos si las aspiraciones de monseñor Uriarte pasan por ser el nuevo cardenal de Euskal Herria o por ser el Papa del independentismo terrorista. Pero sí afirmamos que les aspiraciones del separatismo asesino deberán serán severamente recortadas cuando los españoles dispongamos de un Estado digno de este nombre.