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La Ex-paña de los caciques
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Tanto el Partido Socialista de Cataluña (PSC) como Convergencia Democrática (CDC) consideran necesarias unas elecciones catalanas anticipadas a finales de la primavera próxima. Sus principales dirigentes han llegado al convencimiento de que un gobierno de coalición entre ambas fuerzas –la llamada “sociovergencia”– es la única solución para remontar el fiasco que ha representado el Tripartito. También convienen en que la Generalidad debe ser presidida por la fuerza más votada. Y en este momento algunas encuestas indican que CDC obtendría de nuevo  más votos que el PSC.

Ocurre también que, mientras se aproxima el momento en que el Tribunal Constitucional ratificará la “nación catalana”, erigida contra España, resulta que Zapatero, acorralado por la crisis económica, no ha cumplido a tiempo sus promesas de financiación incorporadas al Estatut. Como siempre, ha encargado a Solbes guisar una componenda.

Estos hechos han obligado a Montilla a fingir un forcejeo con Zapatero, a escenificar posiciones “duras” respecto del Estatuto y la financiación, para favorecer los intereses electorales del PSC frente a los de CDC. La posibilidad de que el PSC vote contra los Presupuestos del Estado del Gobierno ha sido desde el principio un gesto teatral. Y ahora ya no es siquiera tema de comentario.

Poco nos importan los resultados de los enjuagues de otoño y la cantidad de prebendas que, quizá con algunos recortes, arrancarán los mandamases catalanistas. Lo que nos importa es destacar que cualquier comparación de España con un Estado nacional moderno pertenece al reino de lo imaginario. España está corroída de la cabeza a los pies por una gangrena confederalizante neofeudal incubada por la constitución de 1978. Es únicamente un solar donde compite una recua de caquiques con la aquiescencia y protección del Cacique Mayor residente en la Zarzuela y la dirección ejecutiva, gerencial, de la Moncloa.

En algunos de esos feudos carroñean los llamados “nacionalistas”, animados por un exclusivismo nacional-etnicista abiertamente antiespañol. Pero ¿qué ocurre en los feudos donde dominan los llamados “partidos nacionales”? Pues, simplemente, se defienden las sinecuras procuradas por el propio cortijo autonómico, eso que llaman “identidad”, incluso cuando se critican  los “excesos verbales” de Montilla. Ahora dice el manchego Barreda: «Cataluña se tiene que acostumbrar a que es una autonomía más». Afirma el galaico Pérez Touriño: «Cataluña no puede tensionar las costuras del Estado». Proclama Zarrías, almuecín mayor del califato andaluz: «Es infantil que Cataluña culpe al Gobierno de la falta de acuerdo». Considera el aragonés Marcel.li: «No puede haber un acuerdo con Cataluña y otro con todos los demás». Todos ello votaron en las Cortes como un solo hombre el Estatut. ¿Se han convertido ahora en patriotas españoles? En absoluto. Expelen declamaciones demagógicas para seguir sangrando como garrapatas la caja “central”.

En cuanto el PP, asistimos a un viraje “identitario”. «Defendamos nuestra tierra», ha vociferado Herrera, el presidente de Castilla y León, a la vez que reprochaba al PSOE de esa comunidad el no adoptar frente a Zapatero el talante seudo-chantajista de Montilla. El PP catalán se ha inclinado en favor de incrementar la financiación de Cataluña, si bien suplica de modo lastimero que eso se haga de momento fuera del marco del Estatut, a la espera de que sea ratificado por el Tribunal Constitucional, al que acatará.

La putrefacción confederalizante se pone de manifiesto en el papel de caja tonta reservada al parlamento, “órgano de la soberanía popular española”, a la hora de preparar los Presupuestos Generales del Estado. Esta preparación tiene lugar a través de tiras y aflojas entre los barandas de los territorios autónomos. Los neo-feudalistas catalanes quieren hacerlo mediante la negociación bilateral con·”el Estado”, de tú a tú, consagrada por el Estatut y que afianza sus privilegios y su saqueo del resto de Ex-paña. Los demás ven peligrar su pedazo de tarta y se inclinan por una “negociación multilateral y simultánea”. Ciutadans ha optado por apoyar a estos multilateralistas.

Aquí no se ven en parte alguna ciudadanos de una Nación política; sólo hay siervos de señoríos de horca y cuchillo. Es por ello que, pese a todas las dificultades, debemos insistir en la necesidad del derrocamiento de la vigente monarquía antinacional de los cortijos medievales, los califatos y las seudo-naciones, para reconstruir la Nación española como república moderna, democrática, de ciudadanos. En esa nueva España, el anteproyecto de los Presupuestos Generales del Estado será preparado por el gobierno dependiente de la Presidencia de la República y aprobado por la Asamblea Nacional de Diputados, representantes del conjunto del pueblo español y únicamente atentos a poner remedio a todas las desigualdades y desequilibrios que laceran a nuestra patria. Y ello será así puesto que las comunidades de ADN en lo universal, las naciones lingüísticas y demás engendros regresivos habrán sido abolidos; porque todos los partidos nacionalistas antiespañoles estarán fuera de la ley, y porque los grandes medios de producción y servicios esenciales habrán ingresado en la esfera de la titularidad de la República.