El Partido Nacional Republicano propone la instauración de una república unitaria, que debe significar la supresión del sistema de las autonomías, así como de fueros, cupos y toda forma de privilegio territorial.
El régimen juancarlista se organizó territorialmente en estado de las autonomías para dar cancha a unas burguesías regionales con naturaleza de garrapatas –la catalana y la vasca–, que ya medraron chupando la sangre al resto de España en el periodo franquista. Por ello, y con la salvedad de minorías abiertamente separatistas, esas burguesías y sus testaferros políticos se avienen por el momento a una evolución confederal del régimen. La “nación de naciones” les permitirá seguir aferradas al cuerpo al que parasitan, al tiempo que lo tratan de igual a igual –bilateralmente– y montan presuntuosas embajadas en todo el mundo, Y, sobre todo, les otorga el privilegio de expoliar con sus propias manos a los trabajadores de sus cortijos y, dando rienda suelta a su racismo, discriminar como ilotas a quienes persistan en afirmar una condición nacional española. De paso, ayudan al gran capital a dividir a las fuerzas del trabajo del conjunto del “Estado”.
Con ello, el sistema de las autonomías se ha diseñado de modo ajustado a la maquinaria de desintegración nacional que supone la dominación del imperialismo germano sobre Europa, claramente puesta de manifiesto desde la partición de Checoslovaquia, pasando por las guerras balcánicas, hasta la independencia de Kosovo (que ha terminado beneficiando a los EE.UU).
En el periodo histórico actual, la consigna de la autodeterminación de las nacionalidades tiene una sola función: disgregar o, como mínimo desestabilizar, a una nación determinada en beneficio de otras naciones y, en última instancia, del bloque imperialista al que se adscriben. Inspirada en las reaccionarias ideologías del romanticismo alemán, conduce al impulso de movimientos nacionalistas “étnicos”, basados en la raza, la lengua, las costumbres peculiares y demás expresiones del “alma del pueblo”. Se opone frontalmente al concepto democrático de la nación política.
La persistencia de los grupos de origen estalinista, trotskista y maoísta en la difusión de la consigna de la autodeterminación de las nacionalidades, es una de las principales razones que abonan su caracterización como extrema izquierda del capitalismo.