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Intolerancia frente al islam
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El experto en el mundo islámico Bernard Lewis afirmó en alguna ocasión que los musulmanes, cuando se enfrentan a la realidad de las cosas, esto es, a la decrepitud de su civilización, al atraso y la pobreza a que les conduce su modelo teocrático y la cerrazón espiritual impuesta por la intolerancia religiosa, tienen dos formas de encarar lo que les pasa. Una, es preguntarse qué ha ido mal en el propio mundo musulmán para haber caído tan bajo; la otra, es buscar un culpable exterior que les conforte. En la mayoría de los casos, ese culpable ya está identificado: es Occidente en bloque lo que se condena, pese a que ese concepto aluda a valores espirituales y propuestas político-sociales muy diferentes, más aún, antagónicas.

Al fracaso de los diversos intentos de modernización de los países musulmanes se ha sumado, para empeorar las cosas, la política exterior yanqui, guiada por el afán de rapiña y de protección, a toda costa, del enclave sionista de Israel. Todo ello ha propiciado el desarrollo del radicalismo islámico, en sus versiones “pacífica” y terrorista. Ahora, esta reacción tenebrosa llega a nosotros gracias a las políticas liberales sobre  la inmigración, con el designio de convertir Europa a unos modelos de despotismo político religioso que, incluso en formulaciones más moderadas, los europeos abandonamos hace siglos.

Esa reacción no impugna en modo alguno el capitalismo, con su dantesco carrusel de explotación, crisis y destrucciones de todo orden. No aporta una nueva alternativa de carácter socialista, sino la actualización de un viejo proyecto de dominación clerical. Los blancos de su odio son avances tan esenciales de la cultura europea como el pensamiento racional de matriz logo-experimental, el concepto de nación cívica, la democracia, la noción de ciudadanía, la separación de la Iglesia y el Estado y la igualdad jurídico-política entre el hombre y la mujer. En todo lo concerniente a estos avances, no estamos dispuestos a realizar las concesiones “multiculturalistas”, que junto a las “plurinacionales”, defiende Rodriguez Zapatero con su “alianza de civilizaciones”. Defenderemos con la mayor intolerancia esos avances frente a toda alternativa basada en el tribalismo, el fanatismo religioso y el dominio teocrático. La sharia (ley islámica), comporta un rechazo radical de los mencionados núcleos fundamentales de nuestra cultura. No podemos admitir que esta versión de la barbarie adquiera afincamiento masivo en nuestra patria.

Pero, para ello, es necesario un combate contra el relativismo, brotado del individualismo liberal, para el que todas las culturas tienen igual valor en la historia, pues ésta se reduce a la historia del Mercado. Al mismo tiempo, es necesaria la coherencia. Así, es sencillamente criminal dejar entrar a centenares de miles de musulmanes en nuestra patria y al mismo tiempo alinearnos con los USA en la agresión imperialista a naciones musulmanas, como hizo Aznar con Iraq y Rodríguez Zapatero con Afganistán. Nuestra posición ha de ser exactamente la inversa: no permitir la entrada de inmigrantes musulmanes en España y, en cambio, no implicarnos en la permanente amenaza yanqui-sionista que se abate sobre ciertos países musulmanes. Son ellos, por sí mismos, quienes deben resolver sus problemas.

Esta posición implica que, en situaciones que hagan precisos contingentes de inmigración legal –la situación actual no es una de ella, a la vista de las tasas de paro que afligen a los españoles–, se fijen cuotas de procedencia que, en cualquier caso, reduzcan a cero la de procedencia islámica.

Además, el Partido Nacional Republicano propondrá que sean puestos fuera de la ley todos los preceptos de la ley islámica que supongan una vulneración del ordenamiento democrático, de las libertades y derechos políticos y la igualdad ciudadana, así como la expulsión de los miembros de grupos y corrientes islámicas ya instalados que insistan en reivindicar dicha vulneración.

Asimismo, el Partido Nacional Republicano se opone a la concesión de subvenciones públicas o concesión de terrenos de titularidad pública para construir mezquitas. Pero insiste que la penetración islámica en nuestro país explota la situación de privilegio en que se encuentra la iglesia católica, para igualarse a ella en derechos. Es una más de las razones por las que estamos a favor de una república laica.