En todo ordenamiento que asuma valores democráticos, corresponde al gobierno emanado de la soberanía popular la dirección de las fuerzas armadas. Y corresponde a las fuerzas armadas acatar las directrices de ese gobierno. Pero el Partido Nacional Republicano comprende que resulta harto difícil la situación que viven nuestros militares ante la puñalada trapera que Rodríguez está propinando a España, al ser conscientes de que la Nación se derrumba por la acción deliberada del propio Gobierno anti-español sin que nada puedan hacer.
Es obvio que el ejecutivo de Rodríguez no piensa encomendar a las Fuerzas Armadas la misión que les reserva el artículo 8º de la Constitución, a saber: garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Precisamente ese Gobierno, surgido de las tinieblas del 11-M, está conculcando de forma subrepticia el ordenamiento constitucional, mediante una reforma estatutaria que erige otra nación, la catalana, rompiendo la nuestra. De un plumazo se envía al garete la soberanía y la integridad territorial de España.
Pero, entonces, si se quebranta la vigente Constitución y, lo que es peor, la indisoluble unidad de la nación española en la que debe fundamentarse cualquier otro ordenamiento constitucional, ¿qué legalidad, qué Constitución, qué reglas pueden imponer la sujeción de los militares a la obediencia y disciplina? ¿Deberán someterse a las órdenes de un payaso artero como Bono? Nuestros militares tendrán que discernir si sirven a España realmente, o a la “Ej-paña” deforme que farfulla ese bocazas: misiones lejanas y exóticas como ONG humanitaria permitirán a nuestras tropas renovar permanentemente su compromiso con la ex Nación, mientras entonan himnos o invocan lemas en los que la Patria Española está ausente por haber sido proscrita por el ministro “ejpañolista”. Quizá en algún servicio de armas vergonzante, ocultado a la ciudadanía por conveniencia política, bajo las ordenes de una Nación extranjera, descubrirán nuestras Fuerzas Armadas que su principal papel es el de ejército supletorio, auxiliar cipayo en la conquista de Indochinas. Si algún mando tuviera la tentación de contagiarse por alguna arenga patriotera de Bono, que se cuide de emularle; sin duda será una trampa tendida por el ministro para delatarle como “golpista”. A fin de cuentas, Bono es un sociata ramplón que forma parte del Gobierno social-traidor de la puñalada. Pero ¿acaso sirven de orientación los discursos navideños del Rey, Comandante supremo de las fuerzas armadas, Jefe de Estado, símbolo de la unidad y permanencia del Estado desguazado mientras él, en su papel moderador, mira hacia otra parte? Los militares se deben al pueblo del que forman parte, y a la Nación, que encarna el principio de soberanía popular que debe regir a nuestra Patria española. Sin Patria no hay Nación, sin Nación no hay ordenamiento posible ni ejército que le pueda servir.
Ante el proyecto de aniquilación nacional de España que patrocina Rodríguez, las Fuerzas Armadas deberán decidir, tarde o temprano, sobre cual es la lealtad a la que se deben: la lealtad a la movilización democrática de nuestro pueblo, en defensa de la pervivencia de España, o la lealtad a una oligarquía monárquica y autonómica de traidores y cobardes.