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Elecciones del 9-M
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«Gane quien gane, todo irá peor». Lo hemos dicho y lo reafirmamos. Pero esto no significa que las elecciones carezcan de interés. Aportan una radiografía del régimen e incluso un electrocardiograma del latir de su corazón.

 

Triunfo del partido de los trenes

Desde el 11-M, el régimen avanza por la senda de la “deconstrucción” de España en diversas “naciones”, “realidades nacionales” y “Estados libres asociados”; el Borbón deberá decidir pronto su nuevo uniforme de monarca pluri-nacional.

La dirección operativa de este cometido es asignada al PSOE, motor y eje de un amplio frente social-separatista. Cuenta con el soporte de Botín, La Caixa y demás poderes del dinero, amén de las grandes concentraciones oligopolistas. Zapatero ha iniciado esta tarea de modo implacable y ha remontado con agilidad de cintura los obstáculos interpuestos en su hoja de ruta.

El pasado 9 de marzo, el PSOE ha conservado el apoyo electoral que obtuvo en 2004, estableciendo su distancia sobre el PP en un millón de votos y sumando 5 nuevos escaños. Ha mantenido el blindaje del voto de sus grandes graneros andaluz y catalán, y ha logrado la absorción del voto de casi un millón de antiguos electores de IU, ERC, EA, PNV, CHA, Coalición Canaria, Andalucistas, etc., así como la captación el gran parte del voto de los jóvenes que acudían por primera vez a las urnas. Ha contado en el último momento con la ayuda del asesinato por ETA de Isaías Carrasco.

Primera conclusión: la dinámica desatada con el atentado del 11-M de 2004 ha recibido el refrendo de las urnas. A una mayoría le ha parecido bien la acción de gobierno de Zapatero. Le han parecido bien las reformas estatutarias contra la unidad de España, los compadreos con ETA, la reforma laboral que ha aumentado la precarización del empleo, la barra libre a la inmigración, el envío de tropas a los cuatro puntos cardinales al servicio de intereses ajenos a España, un modelo de crecimiento que reduce sin tregua la participación del trabajo en la renta nacional, etc.

El triunfo de Zapatero acelera su asalto definitivo al Tribunal Constitucional y al Consejo General del Poder Judicial: el Estatuto de Cataluña será refrendado con leves retoques, sirviendo a continuación de ejemplo a otro estatuto similar, en Vascongadas, hacia el que se intentará reconducir el plan Ibarreche II. Las negociaciones públicas con ETA se retomarán, junto con nuevos pasos de la anexión de Navarra por “Euzkadi”, y se reanudarán las iniciativas conducentes a la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos.

En el terreno económico, la crisis dará abiertamente paso a una recesión profunda y prolongada, agravada por la desarticulación territorial, que se abatirá sobre los trabajadores mediante el aumento de la carestía de la vida, del paro extendido a todos los sectores, de nuevas medidas de “flexibilización de las relaciones laborales” y de más subidas de los impuestos indirectos.

 

La Leal Oposición a Su Majestad: misión cumplida

Segunda conclusión: el PP, la derecha rancia que amalgama residuos de nacional-catolicismo con liberalismo económico, ha cumplido de modo ejemplar el papel que el régimen le atribuye. Un papel difícil, por lo que debe felicitarse ante el incremento de sus votos en 400.000 y de sus escaños en 5.

El PP desempeña en el régimen una función de comparsa. Su misión, de la que obtiene importantes prebendas, es impedir que frente a las políticas del PSOE y sus aliados se alcen movimientos de desbordamiento de los marcos del régimen. Invoca, para ello, el respeto a la monarquía y a sus jueces de bolsillo, al sistema de las autonomías, a la constitución del 1978 y al “consenso de los partidos nacionales”. Y, por supuesto, aporta recetas neo-liberales al funcionamiento del orden mercantil.

A lo largo de los últimos cuatro años, Rajoy se ha sumado arteramente a las iniciativas fundamentales de Zapatero. Ha extendido la onda del Estatuto de Cataluña a la “realidad nacional andaluza” y al Estatuto valenciano. Ha apoyado al PSOE en el sí a la fracasada Constitución de Eurolandia y en el envío de nuestros soldados como carne de cañón de toda suerte de ingerencias imperialistas. Tras algunos intentos de defensa de la gestión del 11-M por el gobierno de Aznar, ha girado página y finalmente, se ha postrado ante la sentencia del punto final del juez Bermúdez. Ha terminado alistándose a la “lucha contra el terrorismo” oficial, del brazo de los cofrades del terrorismo. Durante la campaña electoral, ha intentado un leve desmarque con la cuestión de la inmigración. Pero Zapatero ha tenido muy fácil recordarle que fue precisamente el gobierno de Aznar, en el que Rajoy era vicepresidente, el que comenzó a llenar España de extranjeros mediante cinco regularizaciones masivas.

 

Un “regeneracionismo” borbónico

Con todo, el curso convulso de los últimos cuatro años ha propiciado la radicalización de amplios sectores de sentimiento español, que incluía fermentos de desconfianza hacia el PP. De todo esto salió Ciudadanos y, más recientemente se ha gestado la UPyD de Rosa Díez. Es la derecha laica del régimen borbónico, una “droite divine” concurrente y complementaria con la derecha rancia del PP.

UPyD pretende que diversas competencias esenciales cedidas a las autonomías sean devueltas al Estado central. Esto es completamente imposible bajo el juancarlismo. Defiende asimismo el castellano frente a la persecución de que es objeto en las “naciones históricas”; pero, a la vez, sigue ensalzando la cooficialidad, embeleco tramposo que precisamente ha servido para erradicar en esas zonas la lengua común de los españoles. Reclama a todas horas una división de poderes; pero la condición primera de ésta es la elección separada de la jefatura del Estado y de la cámara legislativa y el nombramiento de los órganos de gobierno de los jueces por la propia carrera judicial. Preconiza una reforma electoral, pero lo hace dentro de los límites del sistema proporcional. Al igual que Rajoy, está a favor de la inmigración, pero “ordenada”. Su única diferencia con el PP es la insistencia en la necesidad de verdadera laicidad del Estado y de alguna forma de educación para la ciudadanía.

Se ha confirmado nuestra previsión de que esta corriente no obtendría apoyos importantes de los votantes tradicionales del PSOE. El 70% de los votos obtenidos por UPyD en Madrid proceden de antiguos electores del PP y un 15% de la abstención y el voto en blanco. La función de UPyD es pastorear peperos cabreados y cerrar el paso a los diversos fenómenos de la abstención activa.

 

Descenso del voto en blanco

Los datos oficiales relativos al Congreso contabilizan 284.000 votos en blanco (1,12%), cifra que supone un significativo descenso respecto de las cotas del voto en blanco en 2004: 407.795 votos (1,58 por ciento). Un factor que explica este descenso reside en las ilusiones sembradas por UPyD y, en menor medida, Ciudadanos, entre sectores de antiguos partidarios del voto en blanco, y en el cambio de posición de algunos de sus principales animadores.

El Partido Nacional Republicano considera que, en las actuales condiciones, el voto en blanco es la única posibilidad de expresar activamente una posición de rechazo del régimen en el plano electoral. En consecuencia, ha desarrollado casi en solitario una sistemática y prolongada campaña a favor del mismo, con dos características fundamentales. No ha limitado la defensa del voto en blanco a una denuncia de la partitocracia, sino que la ha asociado a la alternativa de ruptura democrática en dirección a la constitución de España en república unitaria. No ha presentado el voto en blanco como una panacea, como una solución autosuficiente, sino como una táctica subordinada al impulso de la movilización ciudadana directa y de estructuras asociativas amplias, de base. 

 

Relanzar la resistencia

El centro de gravedad de la lucha se desplaza de nuevo a la preparación de la acción masiva en la calle, bajo el signo de la resistencia. Preparación tan necesaria como difícil, pues topará en todas partes con los buscadores de atajos, con los proclives al auto-engaño y con los convencidos de que todavía existe algo gratis. Pero los hechos son tozudos y demostrarán que lo más útil es osar con la verdad: ningún gobierno del Borbón es solución.