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Elecciones al borde del abismo
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El Partido Nacional Republicano, entre otras tareas, se ha impuesto la labor de contribuir al desengaño de nuestros compatriotas y presentar los hechos con toda su crudeza.

No se puede ocultar que el reino de España está en una situación crítica: el anuncio del adelanto electoral ha coincidido con una semana negra en la que el diferencial de la deuda soberana parecía indicar la proximidad del default. La compra de bonos por el BCE es un mero parche para retrasar el colapso de una economía en bancarrota.

No se han hecho esperar los llamamientos a un gran pacto entre el PSOE y el PP, las dos grandes fuerzas políticas que vertebran políticamente el régimen. Podríamos estar en la antesala de un gobierno de concentración nacional inspirado por Zarzuela para justificar la aplicación de medidas brutales invocando el sacrificio de todos en aras de la salvación del euro, la UE y España.

El PSOE y el PP son las alas ―izquierda y derecha― de un mismo partido al servicio de las oligarquías capitalistas del juancarlismo. Las siglas PPSOE son, por tanto, las de un partido único que tiene como función primordial encauzar la política y la participación en las instituciones representativas de la monarquía de los banqueros e introducir entre la población española la ilusión de alternancia entre dos formaciones que, en realidad, son complementarias. A este juego se suman la cohorte de partidos anti-españoles (PNV, CiU, etc.), los reformistas aspirantes a bisagra como UPyD e IU y todas las demás formaciones ―sin excepciones― que se presentan a los comicios y, a la postre, también engrosan el régimen.

La finalidad última de este tinglado de apariencia democrática y pluralista es preservar la integridad del sistema de dominación capitalista y la hegemonía de sus representantes en la estructura social. Este cometido se extrema en situaciones de crisis aguda del sistema económico, como la que padecemos actualmente y que no ha hecho más que comenzar.

El juancarlismo desempolvará las urnas en noviembre para que los españoles sigan eligiendo a sus verdugos: indefectiblemente, salga lo que salga de éstas, se intensificarán de manera descarnada los ataques que desde el actual gobierno se vienen perpetrando contra los trabajadores en cumplimientos de las exigencias inaplazables de los acreedores europeos e internacionales y sus planes de colonización. Las víctimas, los de siempre: asalariados, funcionarios, autónomos, pequeños y medianos empresarios, pensionistas y parados, estudiantes y amas de casa.

En consecuencia, el Partido Nacional Republicano alienta la lucha política al margen de los circuitos electorales que concede el régimen y la concibe como acción directa de masas orientada a la rebelión nacional. No es a la cita de sus colegios electorales donde debemos acudir, ni a secundar los arreglos entre el PSOE y el PP que invoquen razones “patrióticas”, sino a la calle hasta conseguir el derrocamiento de Juan Carlos I y sus pajes. Nos va en ello nuestra supervivencia como Nación y nuestra dignidad como Pueblo.

 

Un panorama sombrío

La deuda global externa, las previsiones de crecimiento, el diferencial en la prima de la deuda soberana y los datos de desempleo, por citar algunos indicadores y magnitudes macroeconómicas, componen un cóctel explosivo que presagia el desastre. Con razón, un diario económico británico se ha preguntado en un titular en referencia a España «si alguien quiere gobernar este país».

Fijada la fecha de las próximas generales, las principales fracciones concurren, en medio de la descomposición nacional, moral y socio-económica que han propiciado y que nos sitúa al borde del abismo, al proceso electoral para plebiscitar a sus cabezas de lista y procurar el modus vivendi de sus huestes de paniaguados.

El PSOE, el “partido de los pobres”, maniobra con Rubalcaba ejerciendo el liderazgo con un discurso de izquierdas que haga olvidar que, en la práctica, han aplicado el programa económico del PP. Rubalcaba ha declarado que «sin duda» cedería más «soberanía económica» a la UE, en línea con lo manifestado por Zapatero en su día de avanzar hacia una «gobernanza europea». Esto es, que España se someta al diktat de Alemania y Francia a cambio de un rescate. Si no pretende la victoria electoral, al menos sí persigue amortiguar el impacto de una caída que, por el momento, vaticinan todos los sondeos. ETA podría entrar en escena con efecto demoscópico, echando un capote al PSOE mediante la entrega de alguno de sus arsenales o anunciando el fin de la “lucha armada”.

El PP, el partido de los tecnócratas y gestores, ve satisfecha su demanda de anticipo electoral que, aparentemente, deja expedito el camino de Rajoy a la Moncloa. Aunque alguno de sus voceros, desearía un adelanto del adelanto de las elecciones generales. Aparte de esto, no ha trascendido a día de hoy ninguna propuesta firme de su programa. Lo cual hace sospechar que el PP, al igual que el PSOE, sólo espera administrar el rescate europeo cuando llegue. Su táctica es mantener un perfil bajo que evite la movilización del voto útil de la izquierda y le permita un trasvase de votos. Por más que se empeñen algunos estudios en otorgar al PP mayoría absoluta, los resultados podrían ser otros.

Porque a toque de corneta de palacio, todos podrían cerrar filas: Juan Carlos I borbonea y pide a sus políticos que «hagan piña» y se dejen de «batallitas». Ante la crisis les indica que es el «momento propicio» para realizar «política en mayúsculas». Son instrucciones precisas para formar un gobierno de “salvación nacional” ante la que se nos viene encima. La monarquía de los banqueros necesita, a la vez, a su brazo izquierdo y derecho para apretar el cuello a los trabajadores españoles.

Los palafreneros han acudido prestos a cumplimentar los deseos regios: Bono ha calificado de “patriótico” un hipotético gobierno de concentración nacional. Arenas ha adelantado que Rajoy en el gobierno «propondrá grandes pactos nacionales». PNV y CiU ya han manifestado su disposición a apoyar este tipo de iniciativas.

 

Las elecciones del 20-N no son ninguna solución

Resulte vencedor Rubalcaba, Rajoy o al alimón formen un gobierno de concentración nacional, el ejecutivo resultante no hará otra cosa más que cumplir con los designios de las oligarquías financieras y oligopolísticas del reino. Entre sus prioridades estará la aplicación de las medidas que la UE y el FMI propugnan para España: más planes de ajuste con los consiguientes recortes sociales, precarización de las condiciones laborales, aumento de la presión fiscal, el expolio mediante privatizaciones del exiguo patrimonio que resta a los españoles, amén del empobrecimiento generalizado y el retroceso del nivel de vida a varias décadas atrás. Todo ello con la finalidad de resarcir la deuda, dejar a Expaña blandita y facilitar aún más la ávida penetración imperialista.

Los españoles tenemos más motivos que nunca para romper con el cretinismo electoralista. Si las papeletas depositadas en las urnas sólo han servido hasta el momento para que la partitocracia borbónica se limpiara con ellas después de haberse ciscado en sus promesas electorales, ahora todos los votos ―incluso los inútiles: nulos, en blanco, folclóricos, “alternativos”, etc.― sólo se utilizarán para legitimar al régimen y sus salvajes planes de ajuste aplicados por el gobierno de turno de su majestad.

El Partido Nacional Republicano afirma que la única alternativa posible a la crisis es la movilización masiva en la calle hasta derribar la monarquía de los banqueros. Que es la condición ineludible, junto a la construcción de un Partido de temple especial, para propiciar el advenimiento de una República nacional, unitaria y soberana, que satisfaga los anhelos nacional-democráticos y de justicia social de los españoles.