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El rey sin careta
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Un certificado de calidad

No es la primera vez que el rey muestra su sintonía con Zapatero. Pero nunca había ido tan lejos como su reciente conversación con una periodista de El Mundo: «Sí. Es un hombre muy honesto. Muy recto. Que no divaga. O sea, la gente cree que hace cosas así... como divagando –levanta entonces la mano y la mueve de un lado a otro–, pero no hay nada de eso. Él sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas. Tiene profundas convicciones. Es un ser humano íntegro».

El rey califica de “hombre muy honesto” a quien durante el 11 de marzo de 2004 informó a diversos medios de comunicación de que había terroristas suicidas en los trenes. El terror a que se conozca la verdad del 11-M es, sin duda, una de las razones del caluroso elogio.

El rey considera “recto” al impulsor del Estatuto catalán, que ha edificado una nación contra España, para expoliar a ésta indecentemente, y conduce a la cronificación de todo tipo de conflictos territoriales, como demuestra la actual polémica sobre financiación o el trasvase del agua del Ebro para Cataluña

El rey considera un “ser humano íntegro” al timonel de una colaboración con el terrorismo etarra que ha contribuido a su reforzamiento y a la legitimación de su causa; hasta el punto que Ibarreche calca ahora las ofertas del Gobierno a la ETA. Valora, asimismo, la honestidad del hombre que ha engañado reiteradamente a los españoles acerca de la continuación de las negociaciones con ETA aún después de reiterados asesinatos, denominados “accidentes” o “encuentros fortuitos”. Y además, el rey, símbolo de la unidad y de la permanencia de España, nos asegura que Zapatero, con todo esto, sabe bien lo que hace.

Durante años, las víctimas del terrorismo organizaron múltiples concentraciones para exigir que no se negociase con el terror separatista. El rey aplaudió esas negociaciones: «hay que intentarlo, porque si se consigue, se consigue».Y ahora añade que el presidente de Gobierno que ha negociado políticamente con los asesinos de mil españoles es un hombre «muy honesto».

Y lo que es más importante: el rey, tras la nueva victoria electoral del PSOE, nos informa con toda claridad que la gestión de Zapatero cuenta con su total aprobación. Zapatero ha recibido el certificado real de calidad, rectitud, integridad y honestidad.

Los nacional-republicanos esperamos que un día se pueda hacer la autopsia del régimen. De momento, debemos contentarnos con su radiografía, facilitada por la reciente intervención borbónica.

 

¿Quién manda aquí?

El núcleo duro del régimen es el siguiente:

  1. La Corona, el “rey republicano”, a la cabeza de las fuerzas armadas y de los servicios de inteligencia.
  2. El PSOE, que debe ocupar normalmente el gobierno central. Ya antes de 1978, el régimen auspiciaba su consolidación cuando ganasen los socialistas. Éste fue el diseño de los militares progres de los servicios secretos, a las órdenes directas de D. Juan Carlos de Borbón. Y todo ocurrió según lo previsto, aunque hubiese que pasar por el intermedio del “paracaidista azul” (Suárez), para hacer “la transición democrática”, y luego por el reajuste del 23-F. ¡Qué alegría para el general Díez y su Mellado sucesor!
  3. Los nacional-racistas periféricos, destinados a convertirse en “naciones” y auparse a posiciones de “cosoberanía”.

Todo ello al servicio de una oligarquía financiera, de viejos oligopolios y de los nuevos forjados al calor de los pelotazos y de las privatizaciones. En esa oligarquía se integra asimismo el rey, que ha participado ampliamente en el reparto del pastel, de la mano de los personajes en la cresta de la ola (desde siempre Polanco, De la Rosa, Conde cuando su Banesto parecía una potencia invencible, Emilio Ybarra después, Botín ahora).

El núcleo duro político dispone a su antojo de brazos armados legales: el CNI, los sectores de los cuerpos de seguridad afectos al PSOE y los policías autonómicos de obediencia separatista. Estos brazos armados a veces actúan en la ilegalidad (23-F, GAL y, como mínimo, labores de encubrimiento el 11-M y su carpetazo con los suicidados de Leganés). Pero dispone, además, de un brazo armado ilegal, ETA que, lógicamente, tiene pretensiones institucionales. ETA se ha encargado de despejar obstáculos al advenimiento del régimen (Carrero), de azuzar su deriva confederal, sacudiendo el árbol para que los “nacionalistas moderados” y el PSOE recogiesen las nueces y de imponer entre sectores de españoles una actitud de desistimiento que propiciase aquella deriva en nombre de la paz. Últimamente ha ayudado a Zapatero a ganar las elecciones asesinando a un  militante socialista.

El régimen no tolera outsiders como Aznar quien, durante su segunda legislatura, casi arruinó la subordinación directa del juancarlismo al eje franco-alemán, prefiriendo prosternarse ante Bush, estuvo a punto de acabar con ETA y puso en peligro el pacto sagrado del régimen con los nacionalistas “demócratas”.

El 11-M volvió a colocar las cosas en su sitio. Rajoy quedó advertido.

Desde el 11-M, el régimen pisa el acelerador de la “deconstrucción” confederal de España. Ésta se reduce a un “Estado” dentro del que hay varias “naciones”, apenas un caparazón gestionador de “servicios comunes” residuales. El rey hará más discursos patrióticos por Navidad: sedaciones paliativas de urgencia a la Nación expañola. Y al que Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga. Un modelo en el  que el País Vasco, con Navarra anexionada, estará exento de contribuir al común y Cataluña y Andalucía se repartirán lo que se genera entre la propia Cataluña, Madrid, Aragón, Baleares y Valencia.

¿Quien manda en todo el “proceso”? Algunos juancarlistas impenitentes opinan que manda Zapatero, con el rey sometido a chantaje. En cambio, los castizos de la equidistancia proclaman: tanto monta, monta tanto ZP como Juan Carlos. En realidad, soberano sólo puede ser quien impuso por dos veces a Aznar el jefe del CNI y que el Mr. X de los GAL se fuese de rositas. Está bien claro porqué el rey afirma con tanta rotundidad que Zapatero sabe la dirección, el por qué y el para qué.

 

La comparsa

La derecha forma también parte del régimen, pero debe hallarse normalmente en la oposición: postura que fue y sigue siendo la de Fraga y que, tras el paréntesis atípico de Aznar, vuelve a ser la de Rajoy

 En la pasada legislatura, Rajoy, bajo reiteradas presiones de la Corona, no ha hecho más que sumarse, de modo ladino, a todos los pasos de ZP: reformas estatutarias (clàusula de arrastre valenciana, reconocimiento de la “realidad nacional andaluza”), encubrimiento del 11-M y finalmente, “lucha contra el terrorismo” del brazo de los colaboradores con el terrorismo. Tras perder las elecciones, se zambulle en la “búsqueda del centro”, presuroso por “pegarse al terreno” y “caer simpático a los nacionalistas”. Quienes en su seno se habían tomado en serio la defensa de la unidad de España, e incluso habían expuesto su vida por ello en Vascongadas, son perseguidos con saña.

 

No es hora de ilusiones

Durante la pasada legislatura, al calor de grandes movilizaciones, se han conformado amplios sectores patrióticos, que aspiran a una Nación española realmente democrática. En dos semanas, esos sectores han visto al PP y al rey sin careta. Sin embargo, gran parte de los mismos siguen albergando infundadas esperanzas en una regeneración del juancarlismo. Se hacen eco de demandas al régimen que sólo podrán satisfacerse mediante su derrocamiento, como es el caso de la reversión al Estado central de las competencias de educación y sanidad, o de las propuestas independencia del poder judicial en un marco partitocrático que concentra ineluctablemente todos los poderes.

La confusión acerca de la naturaleza del régimen condujo a algunos a esperar que el juez estrella Bermúdez hiciese justicia sobre el 11-M o, por lo menos, dictase una sentencia abierta a un avance en esa dirección. Ahora esa misma confusión lleva a acusar a Zapatero de pretender un “cambio de régimen”, a especular sobre una “segunda transición” hacia ese régimen, a descubrir la traición de Rajoy a sus votantes como algo súbito, a reprochar al felón de la Zarzuela su toma de postura a favor de Zapatero como si fuese un hecho puntual y novedoso.

Las consecuencias de esas ilusiones son claras: frente al presunto “cambio de régimen” zapaterino, defensa de la letra de la Constitución del 78, quizá con algunas reformas, como las demandas utópicas antes señaladas. Frente a la “segunda transición”, virgencita, virgencita que me queda como estaba... Frente al giro de Rajoy, su dimisión y cambio de dirección del PP. Frente a la toma de postura del rey, su “liberación del cerco del PSOE”, para que se revitalice su teórica función integradora de todos los españoles o incluso, según los más radicales, su abdicación, que daría paso al más patriota Felipe VI.

En suma, una línea que, de mantenerse, convertiría a esos sectores en la quinta rueda de carro del régimen, en simples pepitos grillos del mismo.

Desde la óptica del Partido Nacional Republicano el rey, el PSOE y el PP se siguen moviendo en el régimen del 78: la monarquía borbónica prevista por Franco como forma de Estado, el sistema parlamentario partitocrático como forma de gobierno, el montaje de las autonomías como forma de organización territorial y el pacto con los nacionalistas antiespañoles que subyace a la misma. Ya en la constitución del 78 se introduce el concepto étnico de nación con el eufemismo de las "nacionalidades" y la posibilidad de traspaso a las mismas de las competencias exclusivas del Estado (artículo 150.2). Ya en esa constitución se prevé la posibilidad de anexión de Navarra al País Vasco. Desde 2004 no asistimos a un "cambio de régimen", sino a la consumación del proyecto confederal previsto desde el principio, agazapado en el articulado de la Constitución del 78, que no pudo plasmarse plenamente en ese momento por la correlación de fuerzas existente. Lo que viene ahora es lo que tenía que venir tarde o temprano, aguijoneado tras la alarma que supuso la segunda legislatura de Aznar. Tampoco asistimos a una "segunda transición", sino al pleno despliegue del paisaje medieval de taifas y fueros propios del régimen, y a través de todos los retorcimientos y quebrantamientos de la propia legalidad que sean precisos. Al fin y al cabo, quien “interpreta” es el Tribunal Constitucional. ¿Quién lo nombra? ¿Quién lo compone?

Por todo ello, compatriotas:

¡Viva España!
¡Viva el cambio de régimen!
¡Por la III República de españoles libres e iguales!
¡Viva la segunda transición. Ruptura democrática mediante la movilización popular española!