«Prudencia y a esperar». Éste ha sido el comentario del rey ante el anuncio de la tregua de ETA. No da puntada sin hilo. Siempre con sus banales palabras de sosiego y pacatos llamamientos a la prudencia. Y siempre, entre bambalinas, la baja intención: «a esperar». O sea, no hagáis nada, dejar que todo lo haga zETAp con ETA. Ya veréis que bien va todo. No hay motivo para preocuparse. Como en el 23-F dijo a Pujol: «tranquil, Jordi, tranquil». Tranquilos, no pasa nada. En suma, apoyo apenas disimulado al pacto PRISOE-ETA para entregar Vascongadas al separatismo. «Hablando se entiende la gente».
A esperar. ¿Quién dice que pasa algo? La “nación catalana” suplanta a la española en una querida región de España. En ella, ya no hay nación española. España queda amputada. Pero no pasa nada. “Grandes esperanzas de paz en el País Vasco”. “Paz” y “negociación”: legitimación del chantaje del separatismo asesino. Hasta la Zarzuela acepta el lenguaje de los etarras, después que Rodríguez Zapatero lo haya hecho suyo. Pero no os preocupéis; no hay nada que temer. zETAp lo ha dicho: si hay asesinatos terroristas, serán accidentes. Tampoco pasará nada a los españoles que queden en el País Vasco como apestados, trabajando para pagar las jubilaciones de los etarras. Ni con la próxima legalización de Batasuna-ETA, y el reagrupamiento de presos terroristas en el País Vasco. A esperar: la transferencia de competencias penitenciarias y que luego Ibarreche les abra las puertas. Todos juntitos en Ajuria Enea, con los sicarios de Ternera diciendo quién tiene derechos humanos y quién no. Y luego el “Estado libre asociado”, a la Corona, pues a España va a ser que no, incluyendo a Navarra.
A esperar, con los brazos cruzados, a confiar en zETAp. Éste, en reciente entrevista concedida a El Mundo, corresponde como es debido al Borbón: «nuestra Monarquía constitucional es un sistema que goza de una gran salud y tiene una gran utilidad a la hora de concitar valores que unen, valores que ¿puedo decir valores nacionales?».
Pues bien: de esperar nada, Majestad. Nada se puede esperar de Su Majestad. Nada bueno para España. Su ejecutoria esta sobradamente probada: medrar a la sombra de Franco y luego hacer manitas con los enemigos de España.
La suerte de España no puede confiarse ni por un segundo a Su Majestad. Sólo puede confiarse a una República que reconstruya la Nación española rehaciendo de los pies a la cabeza su Estado. Una República española presidencialista, que no sólo asegure la democracia, desplazando la figura de la monarquía y de la partitocracia repulsiva que le rinde pleitesía, sino que además garantice la unidad nacional.