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El PP sin nada que decir
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Como ha ocurrido siempre con nuestra derecha “democrática”, el PP es originariamente una amalgama de liberalismo económico con resabios de tradicionalismo nacional-católico en lo político. Dentro de esta combinación, la componente liberal va avanzando, al compás de la inexorable secularización de la sociedad española, y se va extendiendo desde la economía a otros aspectos del programa. Lo mismo ocurre con las proclamas del PP en defensa de la unidad de España. Se van disolviendo conforme el PP se mimetiza con el Estado de las Autonomías e interioriza su lógica disgregadora.

Ahora bien, pese al progreso del fermento liberal tanto en el PP como en sus aledaños, sus voceros no se atreven a pronunciarse abiertamente a favor del aborto y de la eutanasia por temor a perder varios millones de votos católicos, siendo al mismo tiempo conscientes de que el argumentario de la jerarquía eclesial sobre estas cuestiones –el feto tiene alma y de nuestras vidas sólo dispone Dios–, únicamente puede convencer a los fieles (y no a todos).

Ante esta situación, el PP ha decidido eludir todo debate sobre las propuestas de Zapatero en relación con el aborto y la eutanasia, con los pretextos de que son «extremistas» y de que «carecen de relevancia en las inquietudes de los ciudadanos». Pero poco extremismo cabe percibir en propuestas de “profundización de los derechos civiles” netamente entroncadas con el “espíritu liberal”: el individuo, lo primero. Entre los votantes del PP hay mucha de gente educada para impedir «que el Estado suplante al individuo en sus decisiones». En cuanto a lo del “alejamiento del ciudadano”, no cabe duda alguna de en ese “centro” al que se dirige el PP menudean las “almas piadosas” dispuestas a aconsejar el suicidio de sus deudos para evitar su sufrimiento, así como los “seres queridos” partidarios del mismo consejo para heredar lo más pronto posible, o para que los enfermos y ancianos dejen de ser una carga. Y todo ello bajo la presión abierta o encubierta de los políticos del régimen, en todas sus fracciones, deseosos de ahorrarse la pasta de las pensiones y de los tratamientos paliativos. 

Por todo ello, si el PP ha optado por esquivar cualquier batalla de contenidos en torno al aborto o la eutanasia y considera que su "filón" está en la crisis económica, no es por un astuto cálculo político. Es por impotencia. Perderá el tiempo quien espere hallar cualquier opinión coherente del PP sobre la Educación para la Ciudadanía, la ampliación del aborto, la muerte inducida de ancianos e impedidos, la alianza de civilizaciones, o el Ministerio de Igualdad.

Así las cosas, el PP se ha consolado esperando la caída de Zapatero por el derrumbe económico.

Zapatero ha conseguido instalar en gran parte de la opinión pública la idea de que nuestra crisis económica es consecuencia de una crisis internacional con raíz norteamericana. Con ello, además de llamar a la resignación ante la crisis, ha demonizado una vez más al malvado Bush y ha eximido de responsabilidades al gobierno del PSOE. Las posibilidades quedan entonces limitadas a paliar la crisis. Y, llegados a este punto, resulta que Plan de Rescate de Bush ha operado en rescate de Zapatero. La solución “intervencionista” de Bush ha propinado un golpe demoledor al programa liberal del PP y de toda la galaxia ultraliberal que lo parasita, programa limitado a reclamar “reformas de estructuras”: bajada de impuestos a los empresarios y despido libre. Día tras día vemos como el PP y sus comparsas se prosternan ante los planes de Zapatero. Rajoy los ha bendecido, finalmente, “por lo excepcional del momento”. Y Zapatero no descarta, por otra parte, cuando se agrave la crisis y los trabajadores estén lo suficientemente baldados y paralizados por el miedo, apropiarse las “reformas estructurales” de Rajoy, en el marco de un Pacto Social “para arrimar el hombro”.