Asistimos a un proceso de desmembración de nuestra patria dirigido por el PRISOE. El estatuto de Cataluña, que se disponen a calcar otras reformas estatutarias, y la tenebrosa “paz” con ETA han sido sus primeros aldabonazos. Pero si estos sirven, por un lado, a los propósitos de Rodríguez Zapatero, por el otro, están comenzando a sacudir la conciencia de ciudadanos decididos a que perviva la nación española. Podemos añadir las sombras proyectadas sobre el entramado del 11-M como otro de los factores que han suscitado la resistencia de sectores de compatriotas.
Esta resistencia, si bien en el plano de las actitudes trasluce una gran calidad humana, en lo político representa la más absoluta esterilidad. Su composición es heteróclita, sus parámetros se mueven todavía en el tronado constitucionalismo del 78 y su referente político sigue siendo en gran medida el PP, un partido político del sistema, con una maquinaria fondona e inerte y una dirección timorata.
Dicha resistencia se encuadra en múltiples asociaciones, fundaciones, foros, etc. que han promovido algunas movilizaciones importantes. Pero el carácter parcial de sus ejes y su dependencia electoral del PP les impide presentar batalla adecuada al PSOE y sus aliados. Pese a las apariencias en contra, el PSOE controla los ritmos del proceso en su conjunto y, por tanto, aplica las fases de su plan según le conviene: estatuto catalán, tregua, ahora elecciones en Cataluña, luego municipales y autonómicas, y quién sabe si un adelanto de las generales.
Ante una situación de crisis como la actual, sólo cabe una respuesta de ruptura democrática y con alcance global. Sólo cabe la lucha por abrir un periodo constituyente de renovación nacional, tanto política como social. Y esto implica un modelo de España alternativo al del vigente régimen, una misma estrategia conducente a ese modelo desde todos los rincones de nuestra geografía y un partido centralizado que luche coherentemente por esas finalidades.
«Nuestra alternativa no es una aventura nihilista, ni un juego para matar el aburrimiento. Obedece a la fría premeditación de conducir a un triunfo total a los principios del nacionalismo político, de la democracia auténtica y de una nueva valoración del Trabajo, y a la decisión de hacer cuanto esté de nuestra mano para merecer ese triunfo. Esa decisión no puede satisfacerse con poses ni verbalismos. Implica una actitud de extremo rigor en la táctica, un talante absolutamente escrupuloso y abnegado en la realización de las más nimias tareas (…). Es incompatible con la superficialidad, el atolondramiento y la chapuza. Comporta conducir la implacabilidad, atributo caracterial decisivo de los grandes guerreros del pasado, al terreno de la organización».
Nuestra tarea inexcusable en el periodo agitado que se avecina es, más que nunca, cimentar el partido de la reconstrucción nacional-democrática y social de España.