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¿Acuerdos nacionales? ¿Pactos de Estado? ¡Cambio de régimen para cambiar el sistema!
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Retumban los llamamientos a que nos apretemos el cinturón, a que aceptemos un periodo de sacrificios. A que nos sometamos a unos pactos entre facciones políticas y sindicales de la monarquía que sólo pretenden mantener sus prebendas, salvar a nuestro sistema financiero semiquebrado  y saciar el ansia de sangre de los prestamistas europeos que lubrificaron a nuestros banqueros y sus negocios del ladrillo. El Partido Nacional Republicano considera que debemos estar dispuestos a los mayores sacrificios. Pero con otros fines, que viene exponiendo en los últimos años y que a continuación reiteramos de modo sintético.

1. Librarnos de parásitos del régimen. Nuestra reconstrucción económica es imposible sin el derrocamiento de la monarquía y la instauración de un Estado nacional centralizado en forma de república democrática. Asignación a la Administración General de esa república del 70% del gasto público. Supresión de los  regímenes forales y de concierto y de las comunidades autónomas. Unificación de estructuras administrativas locales hasta reducir un tercio de los 8.000 ayuntamientos hoy existentes. Retirada de subvenciones a los partidos políticos, iglesias, sindicatos y patronales.

2.  Romper con Eurolandia, enclave imperialista del gran capital centro-europeo: con su disciplina monetarista, sus regulaciones de “libre cambio internacional” y de cupos de producción y demás restricciones impuestas a nuestra actividad económica. ¿Y la actual deuda pública y de los bancos y cajas? Corresponderá abonarla a la Casa Real, a los banqueros y a sus secuaces políticos de todos los matices. Desde el exilio.

3. Acabar con la usura institucionalizada. El dinero no debe ser concebido como una mercancía sino un instrumento de cambio y regulación política. La banca ha de ser un servicio público, y no un negocio privado.  Socialización del sistema financiero y unificación de todos los bancos y cajas en un Banco Nacional del Trabajo, con función de banco emisor y herramienta de planificación nacional.

4. Cambiar el modelo productivo. Prioridad inicial de los esfuerzos de investigación e inversión en los sectores dedicados a la fabricación de  medios de producción, equipos e infraestructuras; en la puesta a pleno rendimiento de capacidades de la gran industria hoy ociosas, y en la potenciación de la industria agroalimentaria. Plan Hidrológico Nacional. Impulso económico de la España interior.

5. Tender a la suficiencia energética. Socialización del sector de la energía y recurso a la energía nuclear.

6. Asegurar una línea de créditos blandos a PYMES, condicionada a la normalización de sus situaciones laborales.

7. Cerrar el paso con determinación a la inmigración ilegal y adecuar el flujo migratorio legal a las condiciones socio-económicas de cada momento, mediante políticas de cupos.

8. Promover en cuanto a la vivienda una cultura del régimen de alquiler, atenta a la movilidad geográfica de nuestros compatriotas en aras de la potencia y la cohesión nacional.

9. Reducir el sistema fiscal a un impuesto progresivo sobre la renta.

10. Mejorar el sistema público de pensiones, cuyo mantenimiento corresponde a los presupuestos generales del Estado, y depende esencialmente del crecimiento económico, al margen de las oscilaciones del empleo.

11. Rebelión nacional. Las anteriores alternativas no pueden ser puestas en práctica en el vigente marco estatal; siquiera son posibles avances parciales hacia las mismas a través de los cauces electorales del régimen borbónico. De los grandes aparatos sindicales no cabe esperar otra cosa que movilizaciones de desfogue, con el fin de impedir explosiones sociales. La única salida es una creciente movilización directa del pueblo trabajador español que adquiera las dimensiones de una rebelión nacional. Extensión de las huelgas de los centros de trabajo y estudio. Comités elegidos en asambleas soberanas. Piquetes de información y extensión de las luchas.  Ocupación de centros de trabajo. Concentraciones masivas las instituciones y en los centros neurálgicos de las ciudades. Juntas territoriales capaces de acoger a todos los sectores –asalariados, autónomos, pequeños negocios, etc.– dispuestos a la lucha.

«Sangre, sudor y lágrimas», en efecto... pero para la refundación de la Nación española en torno al eje del Trabajo.